HISTORIA DE UNA AMISTAD: CARTAS DE GALLEGOS LARA A BENJAMÍN CARRIÓN

HISTORIA DE UNA AMISTAD:

Cartas de Gallegos Lara a Benjamín Carrión

… sintiéndome lobo y no perro, es decir
pobre diablo pero no mendigo ni comprable…
Joaquín Gallegos Lara

Una recíproca empatía («no le agradece y sí le corresponde») entre Gallegos Lara y Benjamín Carrión recorre esta selección de cartas, que va de 1931 a 1935. Carrión había permanecido como cónsul del Ecuador en El Havre, Francia, entre 1925 y 1931, y sus publicaciones habían comenzado a cimentar su prestigio de escritor y crítico literario. Al conocerlo, Gallegos, joven con buena formación intelectual, siente la amistad de «un amigo de veras, que llegó espontáneo, franco, fraterno», como si se hubiesen conocido desde antes. Luego, el trato cercano y la actividad política que les une acrecientan esa confianza hacia una amistad plena y sincera.

La bruja, novela de Gallegos que no termina de cuajar, es el pretexto para discurrir sobre la política, uno de los temas que fascina al escritor guayaquileño. De su análisis de la realidad ecuatoriana, a inicios de los años 30, en que se suceden varios gobiernos en medio de protestas y se empieza a sentir las consecuencias de la gran depresión mundial, observa con asombro que la mayoría de la gente «vive embrutecida», que no hay una clase proletaria ni se puede hablar de obrero. Su militancia política en la Juventud Comunista desde 1931, le ha llevado a participar en luchas callejeras, a pesar de sus limitaciones físicas; y a su formación de autodidacta ha añadido el pensamiento marxista –también de José Mariátegui–. Es un militante no cerrado en su ideología, y si se lucha por una causa común, que puede resolverse por caminos diferentes, acepta el pensar del otro, el de Benjamín Carrión. Pero su honestidad intelectual –ya es un desilusionado– le mueve a recomendar al amigo que se desengañe de «sus esperanzas políticas».

Esa lucidez en sus convicciones, que las expresa por la prensa, le trae consecuencias que no le perdonan sus adversarios. Por eso, en Cuenca –le cuenta a Carrión–, ha tenido ya sus «boches: a pluma y bala», por afirmar que Remigio Romero y Cordero (coronado poeta nacional) «era poeta de los latifundistas sentimentales». Siente vivir una situación desfavorable en un sistema injusto, pero ante el cual no puede claudicar. Al empeorar su situación económica –su tío y protector, Julián Lara cae en la ruina–, recuerda aquel trabajo que le permitía el contacto con la gente. «Amo la luz, la alegría, el aire, y todo se me hurta», le dice a Carrión; y sin ello, «ni de leer me da gana». Vive de hacer traducciones al francés y al italiano, lo cual no le satisface ni le llena. Y no puede escribir. Y sueña con salir, viajar, ir a Europa…

Necesita tener paz y tranquilidad para retomar la escritura, pero también un trabajo para no depender de otros. Por ello varias veces recurre a Carrión («tan generoso conmigo»), y buscando no molestarle, le pregunta: «¿en qué forma que no sea dinero, que no sea limosna sino trabajo puede ayudarme?». Y cuando Carrión está en México como embajador, ya cumplidos sus 24 años, le propone le consiga un empleo para salir del país… Trabajo conseguido que lo celebra –según dice en la última carta de esta selección– junto a Nela Martínez, en Quito.

Al final, no tuvo todo el tiempo que necesitaba para escribir, pero sin duda fue un suscitador de vocaciones literarias, que empezó con los escritores Gil Gilbert y Demetrio Aguilera –pilares de la llamada generación del 30, junto con él– y la publicación de Los que se van (1930), piedra de escándalo en el país, pero que recibió «la mejor crítica» de Carrión en París.

CARTA 1. Guayaquil, 5 de septiembre de 19312020-09-21T01:06:37+00:00

1

[Manuscrita]

Guayaquil, 5 de septiembre de 1931

Mi querido Benjamín1:

            ¿Cómo está? ¿Es cierto que se viene? ¿A quedarse? ¿Para ir a Bo­gotá? Recibo su carta que esperaba, seguro de que vendría. La bruja no está terminada todavía2. Paciencia. Aquí en Guayaquil no puedo escribir. Todo me quita espíritu para hacerlo. La política; el periódico; los amigos; las huelgas… Si es que lo son. Aparte juego, están pasando cosas bonitas en nuestro Ecuador. Y claro, me distraen. La bruja entonces no sale del todo. Pero me voy. Me voy a Chojampe, Chojampe feudo, latifundio, cálida tierra montuvia de llanadas cubiertas de ganado vacuno, caballar y huma­no. Tierra deliciosa en verano, colinas suaves, aire puro, cielo azul y perla, cocos y mangle. Está cerca de la desembocadura del Guayas. Pertenece a la familia Gilbert y por ende un poquito también a Enrique Gil Gilbert3. Un poquito, lo suficiente para que Enrique se sienta comunista frente a su casta gamonal. Allá me voy con un haz de cuartillas, la semana que viene, a aislarme con mi libro. Cuestión de veinte días y lo tendré terminado.

            ¿A qué repetirle lo que me encanta su franqueza y lo que le agra­decería si yo supiera agradecer, su amistad? Yo no sé agradecer sentimien­tos y actitudes como las suyas. Las sé corresponder con sentimientos iguales: pues que un carácter como el suyo se parece al mío en su cálida com­plexión varonil y con esta clase de hombres soy amigo de nacimiento. Nos une un lazo anterior al habernos conocido. Y no le devuelvo ninguna de sus apreciaciones elogiosas. En ellas el amigo ha hecho dormirse al críti­co, por grande que lo sea el geógrafo literario hispanoamericano.

            De la política no sé nada qué decirle. En la huelga universitaria4, cuya apreciación detallada mía la verá usted en el próximo número de El Clamor5 que le enviaré, he estado muy metido, como amigo y camarada. El cambio de hombres en el gobierno me parece inútil: lo que hace falta cambiar es los sistemas. Anteayer los oídos pétreos del Banco “La Previso­ra” han oído de cerca el himno de la Internacional. Los pseudo-comunis­tas de aquí son unos majaderos. Otro al que conocí de lejos un poco, el ministro Sánchez6, en el curso de la huelga estudiantil, se mostró oloroso a lo mismo. Dicen aquí que el crack bancario ecuatoriano total no pasa de fin de año. Dicen que vendrá la dictadura. Veremos. Desearía conversar personalmente con usted bien largo.

            Y ahora sí creo que pronto le irá La bruja.

            Entre tanto, con mis respetos a su señora, a quien no tengo el gusto de conocer, y caricias a sus bebes, le abraza fraternalmente.

Gallegos

1 Carrión se encontraba en Lima, desempeñándose como primer secretario de la Legación ecuatoriana ante el Perú (de junio de 1931 a mayo de 1932).
2 La novela del cacao de Gallegos que no llegó a terminar, y de la que sabemos publicó en la revista América, n. 53 (Quito, junio-sept. 1933), el capítulo «En las huertas».
3 El narrador Enrique Gil Gilbert (1912-1973), que con Demetrio Aguilera Malta (1909-1981) y Gallegos (1909-1947) publicaron el libro de cuentos Los que se van (1930).
4 La huelga de colegiales y universitarios guayaquileños, a la que alude Gallegos, exacerbó los ánimos en contra del gobierno de Isidro Ayora, quien tuvo que renunciar el 24 de agosto de 1931, dejando encargado del poder al coronel Luis Larrea Alba, quien ejerció hasta el 15 de octubre de 1931, cuando fue reemplazado por Alfredo Baquerizo Moreno.
5 El Clamor, periódico de orientación socialista que Gallegos fundó juntamente con Francisco Ferrándiz Alborz (feafa), Rigoberto Ortiz y Adolfo Hidalgo, entre otros.
6 El educador, poeta y periodista Manuel María Sánchez (1879-1935), entonces ministro de Educación.

Facsímiles

CARTA 3. Guayaquil, 22 de abril de 19322020-08-12T16:26:34+00:00

3

[Manuscrita]

Guayaquil, 22 de abril de 1932

Mi querido Benjamín Carrión:

            Supongo –a pesar de su silencio– que no le habrá enojado mi ­última carta. Tiéneme sobrado cariño –yo siento esto– para así soportar mis chifladuras. No sé si le conté que quería –y quiero– irme a Loja. Era ­un deseo y ahora es una urgencia. Tengo a mi mamá1 muy enferma padeciendo congestión pulmonar. No está aún tuberculosa. Puede estarlo. Su sobrino Manuel Alejandro2 con quien traté el asunto para que le hablase al papá, su hermano de usted3, me dice que convendría que yo le pidiera a usted, Benjamín, que me recomiende. Yo deseo una colocación que me permita mantenerme allá. Lo molesto por eso. Ha sido Ud. tan generoso conmigo que me he atrevido una vez más… Usted siente en este instante cómo es grande mi tragedia. Vence esta mi dolorosa tragedia individual mi pobre pena de pobre hombre a toda mi convicción, a todo mi odio a depender de alguien, a solicitar… Políticamente estoy muerto4. Me mata mi miseria. ¡Ya no podré rugir Benjamín Carrión, ya no podré rugir! El cami­no de todos, el puesto, me amenaza. Ojalá nunca llegue a sentir esta angustia humillante que estoy sintiendo al escribirle, amigo mío. Porque me tiene medio loco esta situación. No sé qué hacer. Si no fuera posible esto, ¿en qué forma que no sea dinero, que no sea limosna sino trabajo puede ayudarme? No tengo otro amigo a quien acudir. ¿Acaso trabajo de oficina en alguna hacienda de allá? Actualmente puedo ir; sería en mayo. Vendí mi máquina de escribir para tener para el pasaje. Yo le agradeceré como un perro si es necesario. Y sonría del fracaso del pelele que soñó ser grande hombre.

            Cuando se padece se quiere –se siente más– y es más fuerte mi ­abrazo por eso.

Joaquín

1 La señora Emma Lara Calderón.
2 El joven Alejandro Carrión (1915-1992), que llegará a ser escritor y periodista.
3 José Miguel Carrión (1890-1956), abogado, hermano mayor de Benjamín Carrión. De­sempeñó diversos cargos públicos en Loja; llegó a ser rector de la Universidad de Loja (1945-49).
4 Para entonces, Gallegos había radicalizado su visión política y, al parecer, esperaba una revolución marxista –que no llegaba– en el Ecuador. Ese año colaboró con la revista Hontanar de Loja.

Facsímil

CARTA 4. Cuenca, 18 de junio de 19332020-08-13T23:27:37+00:00

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[Manuscrita]*

Cuenca, 18 de junio de 1933

Benjamín Carrión

México – México

Querido Benjamín:

            Aunque no he tenido el placer de leerlo desde su partida1, lo quie­ro saludar, y charlar un rato con usted. ¿Cómo llegó? ¿Cómo llegó su señora? ¿Qué tal el ambiente mexicano? Seguramente se ha encontrado con muchos conocidos y ha caído bien entre la gente de letras. Me vine desde abril a esta bella capital de Morlacolandia. Me ha gustado pero empieza ya a cansarme un poco. Conozco ya. Y he tenido ya mis boches: a pluma y bala. Todos los periódicos de la región me han insultado, llamándome “pe­rro”, “muerto de hambre”, “enfermo”, “bolchevike”, “morfinómano”, etc. Una crónica mía sobre el paisaje de Cañar –un paisaje que amo– tuvo la virtud de enfurecer a algunos chauvinistas locales. Fui objeto de un ata­que personal del que no hubiera salido del todo bien si no saco la pisto­la e intervienen algunos amigos, andando a caballo yo, por las dichosas ca­lles de su amigo Crespo Toral2.

            Para mayo éste vino a buscarme en auto y me llevó a la Fiesta de la Lira3, lo que no fue obstáculo para que anali­zara ésta como se supone. También he intervenido en la coronación de Remigio Romero y Cordero4. Decir que era el poeta de los latifundistas sentimentales me ha costado que me insultaran en Cuenca, Guayaquil y Quito. Nos hemos reído por carta con su sobrino Alejandro5. Estoy aho­ra regresando a la calma. En parte obligadamente, bajo amenaza de ham­bre. El tío burgués que me mantiene es buena persona y aguanta mis pe­leas generalmente. Pero cuando lo coge la vieja Piedad Castillo de Leví6 que es íntima de él, lo pone terriblemente en contra mía. Y ahora todas las polvaredas que se han levantado en torno mío reciben el comentario de un úkase: o dejo de escribir o me retiran la pensión de hambre con la que apenas vivo. Esta dependencia económica que me humilla y me aíra, es in­soportable ya. Esto se complica con cosas de la resaca política nuestra. Y aquí me tiene planteándole con franqueza lo que nunca le he planteado: quiero salir del Ecuador, y fiándome en la amistad fraternal que siempre he sentido en usted y he correspondido, espero que acaso tenga alguna facilidad de ayudarme. Trabajo… Necesito trabajo intelectual o burocráti­co que me permita vivir.

             Usted sabe que puedo cumplir ciertas tareas a conciencia. Periodismo, correspondencia comercial, o secretaría particu­lar, cualquier cosa con qué mantenerme pobremente, con mi madre, mientras escribo libros y lucho por hacerme campo en la vida. En abril cumplí 24 años. He pasado la edad de las ilusiones. Amo o creo amar… Y siempre que he pensado en un amigo de veras, que llegó espontáneo, franco, fraterno, he sentido que, por encima de todas las divergencias de criterio, ese amigo era usted a quien debo la gratitud y por quien siento el placer de sentirme comprendido mejor que nadie. Su crítica fue la mejor que se hizo sobre Los que se van7. Y cuando nos conocimos nuestros ojos se entendieron: fuimos amigos. Sin sentirme un renegado a mis ideas y a mis luchas creo hoy que debo dejar algo a lo personal en mi vida. Si no voy a perecer tal vez. Y antes quiero vivir un poco, y servir un poco a la causa que nos es común, aunque aspiremos a hacerla vencer por medios distintos: esa es la causa de la cultura. ¿Puede haber alguna posibilidad de ir yo a México? ¿Su posición allí no le permite obtenerme trabajo de cual­quier clase que pueda yo realizar? Perdone Benjamín Carrión esta moles­tia que le causo. Es una confianza. Si no le es posible nada, ni puede pen­sar nada en otra parte qué sugerirme trate de conseguir, de todos modos yo le agradezco: sé que tiene la voluntad y me basta. Procure darse un ­tiempo y contestarme lo más pronto. Mis amigos Pareja8, Gil, Aguilera son ahora profesores del Vicente Rocafuerte. Pero no han podido hacer nada ni me he atrevido a molestarlos. Siento que se me hace inso­portable mi permanencia en el Ecuador. No sé a qué lugar del mundo marcharme. Pero debo irme o me ahogo aquí. Llevaré un libro o dos para editar a donde vaya. Escribo, con la confianza de su ayuda o de su sugerencia. En último caso me gustaría tener trabajo en Quito: pero la cuestión sería independencia económica. Perdone que le hable tanto de mí. Cuénteme de todo lo suyo. ¿Qué hace? ¿Qué escribe? ¿Cómo están sus chiquitos y su señora? Espero que me conteste y lo abrazo con afecto

Joaquín Gallegos Lara­

P.D. ¿Acaso me podría hacer trabajar en la Legación sin que sepan que soy yo acá en el Ecuador? – Gracias. Alejandro me envió los libros 9, gracias también. ¿Qué es del prólogo de Muelle? 10

* En los extremos superiores izquierdo y derecho lleva escrito Confidencial y, al centro, Personal.
1 Carrión fue designado Ministro Plenipotenciario en México el 13 de febrero de 1933.
2 El poeta Remigio Crespo Toral (1860-1939). Culti­vó casi todos los géneros literarios, pero destacó en el verso; fue coronado Poeta nacional en 1917. Autor de Mi Poema (1898), América y España (1909), Amor y dolor de poesía, La leyenda de Hernán, ambos de 1917. Póstumamente se publicaron Bolívar, el hé­roe y el genio de América (1960) y La sombra de Sucre (1972).
3 Certamen poético, instaurado en Cuenca en 1919 y que se celebraba anualmen­te.
4 Remigio Romero y Cordero (1895-1967), poeta modernista. De entre sus numerosas obras destacan: La romería de las carabelas (1931), Condóricamente (1933), Jesucristo (1939) y La Quiteida (1952). Tradujo, en metro, las Odas, los Épodos y el Canto Secular de Horacio. Fue coronado poeta en la Fiesta de la Poesía Quiteña de 1933.
5 Por Alejandro Carrión.
6 La poetisa Piedad Castillo de Levi (1888-1962), hija del periodista y político José Abel Castillo. Publicó en 1961 Poemas de ayer y de hoy.
7 Los que se van: cuentos del cholo y del montuvio (1930). Hacia 1930, Carrión se encontraba en París, y fue quien presentó este libro, en términos elogiosos, a los escritores iberoamericanos.
8 Alfredo Pareja (1908-1993) era profesor de Literatura Hispanoamericana, y había escrito hasta ese momento Río arriba (1931) y El muelle (1933).
9 Se refiere a los libros de George Duhamel y Luc Durtain que le había solicitado en cartas anteriores.
10 La novela El muelle (Quito, Ed. Bolívar, 1933) apareció ese año con prólogo de Carrión.

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CARTA 5. Quito, 28 de noviembre de 19352020-08-14T01:13:47+00:00

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[Mecanografiada]

Quito, 28 de noviembre de 1935

Mi muy estimado Benjamín:

Desde aquel día en que fue a verme, aquella ocasión en que tu­vo la bondad de recomendarme al Dr. Ángel Modesto Paredes1, no nos he­mos visto. He estado extrañándolo. Han pasado algunos días. Seguramen­te se enteró de que, habiéndonos empleado -Trabajo! Trabajo!- Nela2 y yo, decidimos permanecer en Quito.

No ha sido, al fin, posible, comunicarnos como le había pedido; supongo que por sus ocupaciones; también porque carezco de una direc­ción suya en Quito. Y me es imprescindible hablar con Ud. Tengo un asunto urgentísimo de qué tratarle. Deseo, si es factible, ver si me hace un enorme servicio3.

¿Cómo puedo verlo? ¿Podrá visitarme? ¿Dónde puedo dirigirme para hablar con Ud.? En caso de que en una de sus venidas a Quito4, se diera un tiempito como decimos allá abajo, puede verme aquí en el Mi­nisterio a las horas de trabajo, y si no, en la calle Montúfar 99, Plazuela Ma­rín, advirtiéndole que no he de vivir allí más que hasta el primero de di­ciembre.

Ojalá sea lo más pronto que pueda abrazarle y tratarle del asun­to que le digo. Hasta entonces reciba un saludo de mi madre5 y de mi com­pañera, y el abrazo afectuoso de su

Joaquín Gallegos Lara

1 El sociólogo Ángel Modesto Paredes (1896-1974), en ese momento profesor de sociología y en 1936 rector de la Universidad Central de Quito.
2 Mariana Nela Martínez (1912-2004), escritora. Casada con Joaquín Gallegos, ambos trabajaban en ese tiempo en el Ministerio de Educación. Posteriormente, en 1982, terminará Los guandos, novela que dejó inconclusa Gallegos.
3 Desconocemos cuál podría ser el asunto en mención.
4 Carrión se encontraba en La Granja, su casa de campo de Conocoto, cerca de Quito.
5 A donde se desplazaba, Gallegos llevaba a su madre, doña Emma Lara.
Estas cartas se conservan en el Archivo Epistolar del Centro Cultural Benjamín Carrión, y han sido publicadas dentro el proyecto editorial Epistolario de Benjamín Carrión: Cartas a Benjamín (1995) y Cartas ecuatorianas vol. 1 (2008). Para esta versión, se ha realizado una nueva anotación relativa a la vida y obra de Joaquín Gallegos Lara. Las fotografias del autor pertenecen al Archivo Martínez Meriguet, de Quito.
2023-04-18T21:31:38+00:00
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