Ensayo/reflexión: 

Diálogos sociales transformadores

Diego Tapia Figueroa

Las palabras son constructoras de las personas: cómo le hablas al otro y cómo hablas del otro, lo construyes. El construccionismo social pone énfasis en las conversaciones, puesto que, a través del lenguaje y significado, cada ser humano entra en relación con los otros, construyendo de esta manera su propia identidad o voz interna. Somos seres en relación. Cada idea, cada concepto nace del intercambio social mediado por el lenguaje.

Si imaginamos (con mucho optimismo ‒alguien podría agregar, ingenuidad‒) comenzar un «nuevo proceso democrático», con un nuevo gobierno, será necesario dialogar con la complejidad, incentivando la responsabilidad social, la inclusión de todos los sectores ciudadanos y su participación responsable y ética para resolver los conflictos e injusticias sociales, los problemas importantes y no resueltos de la sociedad ecuatoriana.

De existir actores políticos consistentes tendrían entre sus prácticas la búsqueda de la institucionalización del diálogo como herramienta fundamental para consolidar la democracia, la paz y como parte de la gestión de gobierno. Un diálogo incluyente entre iguales. El diálogo como herramienta que elimine la confrontación vacía entre actores políticos, involucrando en este proceso a todas las tendencias políticas y ciudadanas.

La necesidad de abrir espacios de diálogo y reflexión en la sociedad ecuatoriana nos permitirá contribuir a generar una vida pública comprometida con el bienestar de todos. Se trata de fomentar la consolidación de una cultura democrática basada en la práctica permanente, consistente y genuina de un diálogo abierto. De las formas de relación que experimentamos solo puede ser considerado buen trato el diálogo como primera opción. Todas las otras formas de relación son maltrato y significan exclusión.

Ver al otro como alguien con derecho a pensar distinto, a tener otros puntos de vista y diferentes perspectivas, a la vez que se lo valora como un interlocutor con el que se emprenderán conversaciones para coordinar acciones sociales que tengan el bien común como el horizonte de encuentro, de entendimiento y de generación de esta democracia inclusiva, participativa y capaz de garantizar la justicia social.

Al involucrarnos en procesos relacionales desde una perspectiva construccionista, estamos eligiendo una incesante búsqueda de preguntas que generan metamorfosis de sentido y, a la vez, construyen en el diálogo colaborativo significados distintos, en una transformación permanente del momento, del detalle, de los movimientos relacionales, así como de los compromisos y responsabilidades posibles.

Legitimar las diferencias

Se trata de responder a esta cuestión desde una actitud-acción-relación-reflexión que no acepta el statu quo como válido, natural, normal y eterno, sino que, reconociendo las múltiples versiones de la historia y sus intereses, legitima las diferencias.

El diálogo significa abrirse a escuchar a los demás para, juntos, comenzar a pensar desde un lugar distinto cómo co-construir responsablemente las condiciones que hagan viable el bienestar social. Es un ejercicio colectivo de imaginación y creatividad para resolver conjuntamente los temas importantes de la convivencia ciudadana en un contexto de respeto, reflexión crítica y aportes significativos.

Es conversar sobre lo significativo para generar posibilidades de futuros innovadores. Conversar sin competir por quién gana, aceptando la polifonía social, respetando el disenso y legitimando el derecho a la diversidad y las diferencias; en un contexto así florecen la creatividad, las coordinaciones sociales y la innovación productiva. Al conversar reflexivamente se rompe el aislamiento, los prejuicios y el rechazo social, en el diálogo se está con los otros, se crean vínculos relacionales significativos con los otros, se construye algo conjunto que antes no existía para crear nuevas realidades sociales y soluciones generativas a los conflictos existentes. El desafío es crear condiciones para la transformación.

El diálogo como espacio de inclusión de todas las voces para involucrar a los sujetos sociales en la práctica responsable de la democracia, para legitimar las diferencias y permitir una gobernabilidad que integre derechos y responsabilidades ciudadanas y políticas públicas comprometidas con el bienestar general. Cuando comienzan los diálogos se escuchan voces nuevas, surgen preguntas diferentes y se generan alternativas que abren la posibilidad de transformar contextos estancados en redes sociales capaces de darse apoyo, fomentando un sentido de pertenencia.

El diálogo moviliza los recursos y las fortalezas de los participantes, su sentido de pertenencia se expande, las personas experimentan una sensación de conexión y están dispuestas a la reciprocidad y a tomar parte en la responsabilidad social de decidir con los otros, como interlocutores legítimos de un diálogo social, que es una interacción para construir socialmente otros futuros posibles y deseables. Es con el diálogo que reconocemos, valoramos y apreciamos que los otros viven en redes de relaciones con expectativas y necesidades concretas y diversas, con las que es fundamental conversar contextualizando para construir relaciones y mundos humanos auténticos.

Al desarrollar conversaciones con formatos novedosos se generan alternativas de relaciones sociales que nos permiten aprender nuevas formas de ser con los demás. Las múltiples expresiones del tejido social que se encuentran en el diálogo hacen viable el proceso de comprometerse en prácticas sociales capaces de invitar a buscar nuevos propósitos para la gobernabilidad democrática.

«El diálogo es acción en el mundo»

El diálogo tiene una dimensión pragmática. Desde las posturas del construccionismo social, Kenneth Gergen sostiene que el diálogo es acción en el mundo. Y es con el diálogo que podemos desarrollar una reflexividad crítica.  Diálogo que abre ese mundo al darle sentido. El conversar es una práctica integradora, una filosofía que convoca la confianza, el respeto; que modela una ética relacional, que construye un vínculo relacional.  Que permite al otro comenzar a ser, a ser distinto, como desea ser: con voz propia, responsable de movilizar creativamente sus propios recursos para un proceso social liberador.

Las palabras son actos, y los actos se convierten ‒y humanizan‒ en palabras, portadoras de sentido. Por su capacidad de evocar y convocar reflexiones críticas, en movimiento, en un darse nuevos significados, que humanizan las experiencias, les ponen voz, rostro, posibilidades, contexto.

Todo encuentro auténtico ‒que es tal porque aceptamos al otro y al hacerlo lo legitimamos en su alteridad‒, todo encuentro genuino nos lleva a otro lugar, en el que el ser, con las palabras propias, se metamorfosea continuamente y se transforma poco a poco, y paso a paso, con las palabras de los demás; es allí donde, por su carácter transformador, las conversaciones se hacen poéticas. Solamente cuando el otro, al respondernos, nos reconoce y legitima como interlocutores («aquello que nos es común»), surge el ser relacional, se constituye el momento poético.

Y la cuestión de cómo continuar nos interpela en tanto nos remite a las relaciones con los otros, porque el cómo continuar puede hallar respuestas tentativas solamente cuando incluye el con. No es posible continuar si no es un continuar relacional.

Cuando nos hacemos la pregunta sobre el continuar estamos asumiendo la responsabilidad de construcción conjunta de bienestar con los otros. Se trata de una pregunta que establece una diferencia de proceso y de contenido; porque se la hace en el presente y a la vez es un arco que dispara una flecha para el futuro. Es la forma de invitar, de convocar y dar presencia a las alternativas posibles.

Encontramos, en este diálogo hecho preguntas que encuentran respuestas que generan nuevos significados, el sentido de lo útil, de lo que podría ser. El diálogo no presupone que los participantes estén de acuerdo. Esta es justamente una de sus mayores riquezas: poder convivir con los acuerdos, y también con la diversidad de ideas, opiniones y sentimientos, en una actitud de respeto por la alteridad y, por ello, legitimadora. Este es el aspecto fundamental de una conversación dialógica: la aceptación de la legitimidad del otro, de la diferencia. El desafío es crear de manera consistente condiciones para la transformación y ser capaces de encarnar lo nuevo.

Diego Tapia Figueroa (Quito, 1962). PhD en Psicología Social en el Programa de Doctorado del TAOS INSTITUTE (Estados Unidos) y la Universidad Libre de Bruselas (VUB). Co-creador y fundador del Instituto Relacional y Socioconstruccionista del Ecuador (IRYSE) y del Blog Socioconstruccionista en Ecuador (iryse.org), en el cual publica quincenalmente.

Magister en Terapia Familiar Sistémica. Estudios de pregrado, postgrado y doctorado en comunicación social, cinematografía y literatura. Trabaja en el campo de la historia y filosofía de la psicoterapia y la investigación cualitativa, con énfasis en las Prácticas Colaborativas y Dialógicas, el Modelo Generativo, y el Construccionismo Social. Es Miembro Asociado del Taos Institute y de su Red Internacional de Investigación Relacional y Diálogo Global.