Crítica:

El refranero de Timarán y Cuabú

Darío Guevara

I

Torneos de contrapunto

El refrán es la linterna constante del pensamiento popular. A cada estímulo se prende como una bujía para volcar la luz de la experiencia sobre los campos trillados de la verdad irrefutable.

Para el pueblo, el refrán es el comprimido de su sabiduría. Pues en el habla cotidiana, el refrán sujeta el marco de la idea con broche de oro de la didascalia. Y cuando de cantar se trata, vuela en la nota o en la palabra el refrán que sentencia enojos, reprime iras, desfoga amarguras o advierte «lo que vendrá».

La literatura, desde su edad más lejana, no ha podido deslindarse del refranero popular. En cauce de ejemplos basta recordar el refranero de los fabularios de Esopo y Fedro, del Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita, del Quijote de Cervantes… Pero acá, en América Española, el refrán se encarnó literariamente en Martín Fierro de José Hernández. Aquello que decimos todos los que del pueblo somos, de «hacerse chancho rengo», o «este mundo es un infierno», o «lo pasado ya pasó, mañana será otro día», lo expresa Cruz, amigo de Martín Fierro:

Tampoco me faltan males
y desgracias, le prevengo;
también mis desdichas tengo,
aunque esto poco me aflige.
Yo sé hacerme el chancho rengo
cuando la cosa lo exige.

A mí no me matan penas
mientras tenga el cuerpo sano,
venga el sol en el verano
y la escarcha en el invierno.
Si este mundo es un infierno
¿por qué afligirse el cristiano?

Martín Fierro le contesta:

Ya ves que somos los dos
astilla del mesmo palo:
yo paso por gaucho malo
y usté anda del mesmo modo,
y yo, pa acabarlo todo,
a los indios me refalo.

Siguiendo la misma senda de José Hernández, en buen clima y savia propia, Nelson Estupiñán Bass nos entregó su Timarán y Cuabú, ensayo de poemas del pueblo y para el pueblo. Este es refraneado como el poema gaucho, pero de ambiente y estilo legítimamente ecuatoriano, el tono del siglo XX y con la bandera flameante al sol que viene.

Timarán y Cuabú, como en la parte final de La vuelta de Martín Fierro, entabla el torneo lírico musicalizado del contrapuntes, tan usual entre los montuvios del Ecuador como entre los gauchos de la Argentina. De su repertorio, en cuanto a refranes engastados en las estrofas, tras este exordio daremos la cuenta. Mas para que se vea de lo que dicen Martín Fierro y El Moreno en desafiante concurso, vengan estas muestras:

Martín Fierro

A un cantar le llaman bueno,
cuando es mejor que los piores;
y sin ser de los mejores,
encontrándose dos juntos,
es deber de los cantores
el cantar de contrapunto.

(…)

Tiemple y cantaremos juntos,
trasnochadas no acobardan;
los concurrentes aguardan
y porque el tiempo no pierdan,
haremos gemir las cuerdas
hasta que las velas no ardan.

El Moreno

Yo no soy, señores míos,
sino un pobre guitarrero;
pero doy gracias al cielo
porque puedo, en la ocasión,
toparme con un cantor
que experimente a este negro.

(…)

Mi madre tuvo diez hijos,
los nueve muy regulares;
tal vez por eso me ampare
la Providencia divina:
en los güevos de gallina
el décimo es el más grande.

(…)

Yo tiro cuando me tiran,
cuando me aflojan, aflojo;
no se ha de morir de antojo
quien me convide a cantar:
para conocer a un cojo
lo mejor es verlo andar.

En Timarán y Cuabú, el Juez del desafío anota:

Pueblo, pongan atención,
que va a empezar la reyerta
entre el gallo de la huerta
y un pollo de otra nación.

El «gallo de la huerta» es Timarán y «el pollo de otra nación», Cuabú. Pero el Juez es juez, y he aquí la declaración:

En esta rivalidad
el que pretenda triunfar
nos tendrá que demostrar
garganta de calidad.
No tengo parcialidad,
como lo comprobarán;
al pan yo le llamo pan
y al desayuno, café.
Abra el pico, saque el pie,
y comience, Timarán.

Timarán

Ya te habrán contado, negro,
quién es Pedro Timarán,
pero si aún no lo sabes
mis cantos te lo dirán.

Yo soy Pedro Timarán,
el gran gallo de Tachina,
a mí la canción me brota
como el agua cristalina.

A mí en el contrapunteo
ninguno me «ningunea»;
desde que tengo memoria
no he perdido en la pelea.

Cuabú

Mi nombre no te lo digo,
porque no tiene importancia;
pero debes ir sabiendo
que detesto la jactancia.

Tú serás un buen cantor,
pero no me gustas mucho,
pues noto que haces tus versos
con formón y con serrucho.

Soy de aquí y de todas partes,
yo marcho de tumbo en tumbo,
y he renunciado a mi patria,
porque mi patria es el mundo.

Por este camino sigue la contienda. Es igual al «Torneo de los Estribillos» que, con tanta sal y buen gusto, nos comunica José Antonio Campos en su libro Cosas de mi tierra. Y como son también cosas de nuestra tierra, de nuestra tierra montuvia, demos paso a los estribillos o refranes del torneo de Timarán y Cuabú, por órgano lírico de Nelson Estupiñán Bass. Pues no manda la parodia: ¡Dad al poeta lo que es del poeta y al pueblo lo que es del pueblo!

II

Engendros líricos del Refranero

Para anotar las versiones del Refranero Ecuatoriano en boca de Timarán y Cuabú, antecedemos las versiones originales que son del patrimonio popular. Y se verá que Timarán y Cuabú son pueblo, mejor dicho, los escogidos vates del pueblo que desgranan sus coplas en porciones de sabiduría e ingenio, bajo el ala protectora de su Apolo Nelson Estupiñán Bass.

               1                 

Llamar pan al pan y vino al vino

No tengo parcialidad,
como lo comprobarán;
al pan yo le llamo pan
y al desayuno, café.

2

Ninguno me ningunea (Nadie me aventaja)

A mí en el contrapunteo
ninguno me «ningunea»;
desde que tengo memoria
no he perdido en la pelea.

3

Andar de tumbo en tumbo (Andar de peligro en peligro)

Yo soy de aquí y de todas partes,
yo marcho de tumbo en tumbo,
y he renunciado a mi patria,
porque mi patria es el mundo.

4

El flojo se queda en casa

El flojo se queda en casa,
nunca se atreve a viajar,
y hasta se baña en batea
porque cree que se va ahogar.

5

Aquí hay gato encerrado

Debe haber gato encerrado.
¿Por qué no dices tu nombre?
Porque tiene apelativo
aquel que en verdad es hombre.

6

Para el que sabe entender, basta una seña. Al tonto, palo

Para el canto eres muy bueno,
para entender eres malo;
al entendido con seña
y al rústico con un palo.

7

Un muerto no mata a un vivo

Un muerto no mata a un vivo,
ni un piande1 hiere a un caimán;
debe ser un gallo fino
el que venza a Timarán.

8

El mundo al revés: las tórtolas disparan contra las escopetas

Me insultas como un adulto,
y hueles todavía a teta;
pareces una paloma
disparando a la escopeta.

9

Ser un hombre cabal

Si eres un hombre cabal,
¿por qué quieres a otro hombre?
¿Será que tal vez pretendas
que te regale mi nombre?

10

Parecer una empanada de viento

Observo, negro, que tienes
aguado y chirle el talento.
¿Sabes lo que es tu cerebro?
¡Una empanada de viento!

11

Dar un tapaboca (Dar algo para que se calle)

Vuelves, viejo, a las andadas,
y de nuevo me provocas,
pero ya voy a cantar
para taparte la boca.

12

Alabanza en boca propia es vituperio

Tú mismo te dices bueno,
y es tu lengua que lo inventa:
¿no sabes tú que el elogio
de uno mismo es una afrenta?

13

Cada pulpero alaba su queso rancio

Espera que otros te alaben
y te proclamen jilguero;
recuerda que al queso rancio
también lo alaba el pulquero.

14

Si la envidia fuera tiña, ¡cómo se pegaría!
Si la envidia fuera tiña, ¡cuántos tiñosos habría!

Debes saber, maltoncito,
la envidia es como la tinta;
cuando cae, aunque se borre,
siempre asomará la pinta.

15

Todo muchacho malcriado encuentra padre en la calle

Y te lo vuelvo a «alvertir»,
aunque en arrogante raye:
todo muchacho grosero
encuentra padre en la calle.

16

Te cuadre o no te cuadre, N. será tu padre.
La experiencia crea ciencia

Tengo para mí una norma,
que le cuadra a todo viejo:
solo vale la experiencia
que yo obtenga en mi pellejo.

17

Cualquier tiempo pasado fue mejor

Pero de eso a lo que crees
que el pasado fue mejor,
hay trecho, y por eso afirmo
que el futuro es superior.

18

Una cosa es cacarear y otra cosa es poner huevo

Pero, ¿cómo es que confundes
el presente y el futuro?
¡Una cosa es la semilla
y otra es el fruto maduro!

19

El hijo de las tinieblas huye de la claridad

Hay razón para que tiembles
ante aquello que vendrá,
porque el que vivió en tinieblas
tiembla ante la claridad.

20

La letra con sangre entra

Antes se dictaban clases
en la semana completa,
y al que era caballo o burro
lo hacía sabio… la palmeta.

21

Ser una catarnica (Ser como lora charlatana)

Eres una catarnica,
pues tu lengua no se atasca,
mas todos tus disparates
son una espesa hojarasca.

22

Virarse la torta (Cambiar repentinamente una cosa por otra)

Si había tantas cosas buenas
en el tiempo que pasó,
¿por qué tan a la carrera
la torta se nos viró?

23

Andar codo con codo

Por eso te invito yo
a olvidar las disensiones
y a marchar codo con codo,
porque las aspiraciones
de esta patria en orfandad
solo podrán conquistarse
a base de la unidad,
que debe reivindicarse.

24

Cada loco con su tema

Como el loco con su tema,
sigo… sobre la mujer,
en versos de nuestro tiempo
para oír tu parecer.

25

Poner sal y pimienta

Cuando yo hago un pusandao,2
de lo mejor lo cocino,
voy al fogón y le pongo
pimienta, sal y comino.

26

No es la miel para el paladar del burro

Tal vez tengas tu razón
para que destiles hiel,
porque el paladar del burro
encuentra amarga… la miel.

27

Para dientes fuertes, mascar habas

Te pido que nunca olvides
lo que decía una lectura:
para tener dientes fuertes
no hay como la carne dura.

28

El buen gallo canta en cualquier gallinero

Para cerrar esta «arenga»
que provocaste altanero,
quiero que veas que un buen gallo
canta en cualquier gallinero.

29

Echar tierra en los ojos

Subo cerros, bajo llanos,
parece que ya los cojo,
mas me echan tierra en los ojos,
y se me van de las manos…

30

Inclinar la cerviz (Agachar la cabeza)

Dije que era razonable
que se dé apoyo al frutero
que viene del extranjero
a fomentar el país,
¡mas no inclinar la cerviz
a cambio de su dinero!

(1) Piande: una variedad de lagartija.
(2) Pusandao: sopa de gallina u otra carne, con tajas de plátanos y yucas.
Tomado de Letras del Ecuador, n. 114, ene.-mar, 1959, pp. 18, 21.

Darío Guevara Mayorga. Educador y escritor ecuatoriano. Cultivó el periodismo y la investigación del folclore ecuatoriano. Se graduó como preceptor normalista en el Normal Juan Montalvo en 1928.

En 1924 publicó su primera obra, Rayuela, crónicas y relatos escolares. En 1944, la biografía Juan León Mera o el hombre de cimas. En 1946 Los tres maestros, dedicados a Juan Montalvo, Federico González Suárez y Luis Felipe Borja.

Escritor prolífico, en su obra constan: Esquema didáctico del folclore ecuatoriano (1951), Presencia del Ecuador en sus cantares (1954), Folclore del coro infantil ecuatoriano (1965), Sucre: caballero de la libertad (1970), El mundo mágico-mítico en la Mitad del Mundo (1972)  y El castellano y el quichua en el Ecuador (1972), que denota sus profundos conocimientos lingüísticos.