MARÍA LUISA LECARO:
UNA VOZ VANGUARDISTA

María Luisa Lecaro: una voz vanguardista

Raúl Pacheco Pérez

EN 1927 la escritora guayaquileña María Luisa Lecaro participaba en un concurso de poesía organizado por la revista Savia de Guayaquil, donde publicó la mayor parte de sus poemas vanguardistas, certamen en el que obtuvo el segundo lugar y cuyo primer lugar fue para el poeta Hugo Mayo, conocido ya por esos años por su ejercicio poético renovador y de estrecha vinculación con los movimientos de vanguardia regionales y europeos. Amiga cercana de Mayo, ya en esos años, este evento fue quizás el punto más visible para el reconocimiento y notoriedad de una poeta desconocida.

La escasa producción poética de la autora ‒se dice que llegó a publicar no más de una docena de textos‒ y la poca información que tenemos sobre su vida, hacen que haya pasado casi desapercibida su parva obra para la mayoría de estudiosos e historiadores de la poesía ecuatoriana. No obstante, su gran mérito es haberse convertido en la primera mujer ecuatoriana que publicara sus poemas vanguardistas fuera de las convenciones de su tiempo, de la sensiblería social o del formulismo retórico de cierta poesía romántica o modernista, muy al uso de la época.

De los pocos datos conocidos, se sabe que Lecaro utilizaba el seudónimo de Tatá para firmar sus textos, y que fue hermana del dibujante y caricaturista Guillermo Lecaro Pinto, conocido con el seudónimo de Lekropín, director de revistas humorísticas y anticlericales en la ciudad de Guayaquil, y a quien dedica uno de sus poemas más conocidos.

También se sabe que mantenía correspondencia e intercambiaba textos con la poeta vanguardista peruana y precursora feminista Madga Portal y que en esos años escribía invectivas anticlericales en la prensa local bajo el seudónimo de Sor Marisa. En 1926, según registra Ana María Goetschel1, María Luisa Lecaro Pinto era una pensadora liberal que confrontó al clero y la dominación patriarcal llamando a la reivindicación de los valores femeninos y el lugar que debía ocupar la mujer en una sociedad justa y equilibrada.

Los poemas que presentamos están recogidos en el estudio Del vanguardismo hasta el 50 (1999), de Rodrigo Pesántez Rodas, escritor y crítico recientemente fallecido en la ciudad de Guayaquil, y son una muestra sorprendente de la poesía irónica e irreverente que escribía una mujer ecuatoriana en plena efervescencia de la vanguardia latinoamericana y mundial.


[1] Ana María Goetschel, Orígenes del feminismo en Ecuador, 2006.

Poemas de María Luisa Lecaro (Tatá)

PICADERO SINFÓNICO

mi casa
finge la carpa de un circo…

dentro de ella

en la pista del reloj…
mi nombre
se columpia
en el trapecio del ritmo…
ta-tá      ta-tá      ta-tá

busco tu amor
sobre la barra
de mi corazón…

he desnudado
el cuerpo sudoroso
del misterio
y no he encontrado tu nombre

‒¿cómo es?‒

bien…
será ……………………………. más luego
mañana ……………………… u otro día

‒quizá‒

quizá ………………………….. quizá
las manos de la ternura
me cachetearán
los carrillos rosas

‒¡ah!

el canto de tus ósculos
se escucha
dentro de mi acústico
buodoir …………. musical……

mientras…………………………..

me alumbra en el cielo
la luz de plata
de esta lámpara…

¡in……

vier……

no..!

1927

EL CHARCO

a mi hermano Lekropín

las agujas de la lluvia
‒con hilas de plata‒
han bordado sobre el telar de la tierra

un charco de agua
‒espejo sin bisel‒
o una moneda
de lijado aluminium
abandonada en la vía

gorriones tejidos al croché
diseñan velocidades de «ola giratoria»
sobre el telar del espacio.

el algodón de las nubes
fabrica cosas transparentes
sobre la ciudad azul.

1927

POEMA SIMPLISTA

á ……………..?

Lekropín, lekropín, lekropín
suenan lentas
las argollas de mi hamaca espiritual

una mecedora cubista
responde ronca
tatá        tatá        tatá

mientras mi walthan de buffet
arma polémica
con un glorioso tambor

y gritan
el uno: mag-da mag-da
el otro: por-tal por-tal

una corneta laureada
chilla: humugo, humago humugo-forte
manayo manayo ‒piano‒

1927

BOUDOIR SIMPLISTA

en el boudoir del espacio
las seis puntas de una estrella
hincan el vientre del minuto…

la luna desviste su deshabille de nubes
tras el negro
biombo de la noche…

mientras el reloj de la hora…
finge una rubia mucama
que con plumero de cuatro plumas
sacude
los cajones del silencio……

la madrugada
llega al boudoir del espacio
como un «misifú»
cansado de correr sobre los techos
de los minutos y segundos……

1927

Una mujer en nuestra vanguardia literaria

Rodrigo Pesántez Rodas

IGNORADA por todos los registros de la literatura nacional, y sobre todo por los estudiosos de ella, está una mujer que tiene todo el derecho de integrarse al proceso de la vanguardia. Junto a Hugo Mayo en el Ecuador, y gemela en actitudes y desafíos con la peruana Magda Portal (con quien intercambiaba textos y cartas) en las letras continentales, está María Luisa Lecaro Pinto. En común acuerdo desbrozaron caminos dentro de la lírica dando al texto la no relación entre la idea y la palabra, la no significación racional y la multiplicidad accional del lenguaje.

Fuimos los primeros –¡también!– en dar a conocer en nuestro libro, Del Vanguardismo hasta el 501, su obra y su importancia dentro del proceso renovador. Muy poco se sabe acerca de su vida y de sus actividades que se han ido diluyendo en el tiempo por falta de espacios investigativos. Conocemos con certeza que fue guayaquileña y sobre la fecha de su nacimiento dimos una aproximación en el mencionado libro nuestro.

Al lado de Hugo Mayo cantó al montuvio desde las páginas de la revista Savia que se editaba en Guayaquil, bajo la dirección del escritor Gerardo Gallegos. Precisamente en octubre de 1927, con ocasión de celebrarse el día de la raza, en el concurso que patrocinó dicha revista con el tema «El Montubio» triunfa María Luisa Lecaro, que había participado con el seudónimo de «tatá», al obtener el segundo premio. El primero le fue adjudicado a Hugo Mayo por un jurado compuesto por Pablo Hanníbal Vela, Remigio Romero y Cordero y Leopoldo Benites Vinueza.

Suyo es el mérito –el gran mérito– de haber sido la primera y única mujer que en un medio como el nuestro de entonces, donde las voces femeninas si no eran sensibleras rayaban en cursilerías rimadas, diera el toque de alerta renovadora desde un vértice de la vanguardia continental. Nos interesa su postura y compostura valientes, decididas y frontales, en un ambiente doméstico y lleno de privaciones y prejuicios para la mujer. No fueron muchos sus textos, apenas una docena o menos, que María Luisa Lecaro publicó en las revistas Savia y Páginas Selectas de Guayaquil.


[1] Rodrigo Pesántez Rodas, Del Vanguardismo hasta el 50, Guayaquil, Universidad de Guayaquil, 1999.