El gran suscitador de la cultura ecuatoriana
Biografía de Benjamín Carrión Mora
(Loja, 1897 – Quito, 1979)
Hijo de Manuel Carrión Riofrío y Filomena Mora Bermeo, Manuel Benjamín nace en Loja el 20 de abril de 1897, siendo el último de 10 hermanos.
Huérfano de padre a los seis años, su madre le enseña las primeras letras y un poco de francés a través de la lectura de sus libros predilectos, sobre todo de Lamartine. Después, su hermano Héctor Manuel le encaminará hacia la literatura francesa, en especial de los poetas Baudelaire y Rimbaud.
Cursa el bachillerato en el colegio Bernardo Valdivieso, y en 1916 viaja a Quito para estudiar Jurisprudencia en la Universidad Central, donde en la realización de los Juegos Florales de 1918, en poesía, gana el Jazmín de Plata con «Romance antiguo» y la flor natural con «Confesión lírica»; mientras que en prosa gana el primer premio con «Mariana». Paralelamente, colabora en el periódico El Día y el semanario Caricatura. Al año siguiente, se cuenta entre los gestores, junto a José María Velasco Ibarra y Luis Barberis, de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) de la Universidad Central, la que marchará acorde con los cambios introducidos para la universidad en la reforma universitaria de Córdova.
En 1920, Carrión es nombrado socio activo de la Sociedad Jurídico-Literaria. Este año colabora con la revista guayaquileña Juventud estudiosa, dirigida por Teodoro Alvarado Olea. Figura además como diputado al Congreso Nacional de 1921. Luego de graduarse, regresa a su ciudad natal Loja, donde se desempeña como docente y dirige Cultura, revista del profesorado del Colegio Bernardo Valdivieso. También contrae matrimonio en 1922 con Águeda Eguiguren Riofrío. Vuelve a Quito. Dicta la cátedra de Sociología en la Universidad Central, y después también la de Castellano en el Colegio Militar Eloy Alfaro.
El 18 de abril de 1925 Carrión ingresa al servicio diplomático y en junio viaja a desempeñarse como Cónsul en El Havre, Francia. Ya en Europa, y gracias a su amistad con César Arroyo, establece amistad con figuras importantes de Latinoamérica como Gabriela Mistral, José Vasconcelos, Alcides Arguedas y Francisco García Calderón; a más de personalidades del ámbito europeo como Miguel de Unamuno, Romain Rolland, George Duhamel, entre otros.
En 1927, con Marcel Vuillermoz, alto funcionario de la extinta Casa Editorial Garnier de París, funda la Editora París-América, para lanzar colecciones de libros de escritores consagrados y nuevos de América Española. Una de las series debía llevar el nombre de Gabriela Mistral. La empresa fracasa. Al año siguiente, fruto de su pasión por Latinoamérica, en 1928, con prólogo de Gabriela Mistral, publica en París Los creadores de la Nueva América con ensayos sobre José Vasconcelos, Manuel Ugarte, Francisco García Calderón y Alcides Arguedas, y en 1929 la novela El desencanto de Miguel García.
En 1930 aparece Mapa de América, con prólogo de Ramón Gómez de la Serna y estudios sobre Teresa de la Parra, Pablo Palacio, Jaime Torres Bodet, el Vizconde de Lascano Tegui, Carlos Sabat Ercasty y José Carlos Mariátegui. Además, da a conocer en Francia a Los que se van: cuentos del cholo y del montuvio, de Joaquín Gallegos Lara, Enrique Gil Gilbert y Demetrio Aguilera Malta, que dio comienzo a la literatura ecuatoriana del Realismo Social.
En 1931 es trasladado a Lima como Primer Secretario de la Legación; pero a mediados de 1932, renuncia al cargo. En Quito participa en la política como miembro y como secretario general del núcleo de Pichincha del Partido Socialista Ecuatoriano, recientemente re-fundado. Luego de la Guerra de los cuatro días, es nombrado Ministro de Educación, del gobierno interino de Guerrero Martínez, cargo que desempeña por breve tiempo.
El 13 de febrero de 1933, es designado por el gobierno de Martínez Mera Ministro Plenipotenciario en México, motivo por el cual es expulsado del Partido Socialista. En tierra azteca, a más de cumplir sus funciones diplomáticas, en difíciles momentos para el Ecuador, sigue en su labor intelectual, publicando en 1934 el libro Atahuallpa.
Cuando José María Velasco Ibarra asume la presidencia, renuncia al cargo, retorna al país y hace patente su figura pública a través de la constitución, junto a Ángel Modesto Paredes, Gonzalo Escudero, Rafael Alvarado, César Carrera Andrade, Néstor Mogollón y Miguel Ángel Zambrano, de la «Escuela de cultura socialista»; es nombrado Profesor de Literatura en la Escuela Superior de Pedagogía de la Universidad Central, elegido Presidente de la Sociedad Jurídico-Literaria; además, miembro de la Comisión Nacional de Codificación del Derecho Internacional.
En 1948 viaja como Embajador a Santiago de Chile, donde permanece por poco tiempo. A su retorno, se desempeña en la cátedra universitaria, y para 1950 funda con Alfredo Pareja el diario El Sol, del cual es su director. A poco, la empresa fracasa. Entonces viene una etapa de fructífera creación literaria con obras como San Miguel de Unamuno (Quito, 1954); Santa Gabriela Mistral (Quito, 1956); García Moreno, el santo del patíbulo (México, 1959); ¿Por qué Jesús no vuelve? (Quito, 1963); El cuento de la Patria (Quito, 1967); Raíz y camino de nuestra cultura (Cuenca, 1970); José Carlos Mariátegui, el precursor, el anticipador, el suscitador (México, 1976), Plan del Ecuador (Guayaquil, 1977) y América dada al diablo (Caracas, 1981). Etapa apenas interrumpida por su candidatura a la Vicepresidencia de la República, en binomio con el Dr. Antonio Parra Velasco, en 1960; y el reconocimiento a su labor, por parte del gobierno mexicano con el premio «Benito Juárez» en 1968.
A fines de ese mismo año, en forma definitiva, retorna al Ecuador, donde mereció el premio literario Eugenio Espejo, en 1975. Su tarea entonces se centra en la organización de la democracia. Ocupa el cargo de presidente del Tribunal Electoral, al que renuncia por razones de salud. Muere el 8 de marzo de 1979. Sin embargo, su figura permanece hasta hoy en el panorama ecuatoriano y latinoamericano, pues fue el intelectual que estableció el puente entre el Ecuador y el mundo intelectual de América Latina. Sin duda, una de las figuras emblemáticas de la cultura ecuatoriana del siglo XX.
Entre 1941 y 1943, escribe Cartas al Ecuador, una serie de artículos publicados en diario El Día. En 1944 y en el gobierno de Velasco Ibarra, mientras se desempeñaba como presidente del Instituto Nacional de Previsión Social, prepara la Ley y Estatutos de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que será creada el 9 de agosto. Desde allí, promocionará a jóvenes escritores, en especial de la generación de los años treinta.
Para diciembre de 1936, es expatriado por la dictadura de Federico Páez a Ipiales-Colombia. De regreso al país, publica Índice de la poesía ecuatoriana, en 1937. Con la dictadura del general Alberto Enríquez Gallo, forma parte de la misión diplomática del Ecuador en Bogotá. En 1939, empieza a trabajar en una antología de relatistas ecuatorianos, que se hará realidad años después con El nuevo relato ecuatoriano: crítica y antología (1951-52).
«Tenemos que ser un pueblo grande en los ámbitos de la espiritualidad,
de la ética, de la solidez institucional, de la vida tranquila y pulcra».