Los pliegues de la ficción: diálogo a tres voces – Diario La Hora
Piedad Bonnett, Giovanna Rivero y Gabriela Cabezón Cámara hablan sobre la escritura como arte y oficio.
Derribar los mitos de ‘lo femenino’ en la literatura fue el eje de ‘Cartografías de la disidencia’, el primer encuentro literario de Casa Carrión que tuvo mayoría de invitadas mujeres.
Durante tres días, eminencias contemporáneas reflexionaron sobre el momento actual de las letras, en el que la visibilidad de las autoras latinoamericanas ha provocado el desconcierto y la desconfianza de ciertos sectores culturales tradicionalistas, que ven en la igualdad de oportunidades una amenaza del fin del canon literario como lo conocemos.
El evento no se centró en la escritura femenina desde una postura excluyente ni autocomplaciente -entre los invitados hubo cuatro voces masculinas-, sino en profundizar el análisis de lo femenino por fuera de los estigmas y las modas, desde visiones con sustento teórico, críticas, opuestas y abiertas a dejar de lado las certezas absolutas.
Invitadas
La Hora tuvo la oportunidad de conversar con tres de las autoras extranjeras que acudieron al evento:
La escritora y crítica colombiana Piedad Bonnett (1951), dueña de una voz íntima y estremecedora, atravesada por el dolor de la violencia y la desigualdad. Su última novela, ‘Donde nadie me espere’, aborda el miedo y la permanente huida de un paciente psiquiátrico en la inhóspita Colombia.
Giovanna Rivero (1972), novelista y cuentista boliviana, autora de culto del gótico sobrenatural andino. La exploración del universo adolescente femenino, alterado por la crisis de la Bolivia neoliberal de los 80, es la base para su novela ‘98 segundos sin sombra’ (2014).
Finalmente, la escritora y periodista argentina Gabriela Cabezón Cámara (1968), cuya apuesta narrativa se sumerge en el mundo queer. Su novela ‘Las aventuras de la China Iron’ (2017) reinventa la obra fundacional argentina, ‘Martín Fierro’, desde una perspectiva femenina. (AA)
Piedad Bonnett
Se dice que la escritura femenina ‘viene de las entrañas’. ¿Es así?
Escribimos en relación con una noción conceptual, una tradición, un marco contemporáneo. Pero hay un compromiso emocional que vas poniendo en las palabras, y eso es verdaderamente visceral, tiene que ver con el ‘yo’ más profundo e involucra al cuerpo completo.
¿Cómo maneja el peso de la imagen de ‘la escritora’?
Es siempre muy problemático, nunca sabes cómo te ve el vecino y te limitas a ser lo que eres. Hay una especie de culto al escritor y participamos de una especie de pantomima, no podemos negarlo. Pero eso no tiene nada que ver con el oficio de escribir, viene por añadidura.
¿Siente que entra en un personaje?
Sí, siento que es una cara que, paradójicamente, oculta lo más verdadero. La gente que quiere saber quién soy tiene que leer mis libros, y ni siquiera así, porque hay mucho de mí que queda por fuera.
¿Se debe ser consecuente con lo que se escribe?
Somos seres cambiantes. Hay que ser consecuente con lo que uno cree en el momento. Lo que sí, hay que tener integridad, al escribir hay que ser honesto. No manipular al lector, no escribir de manera exterior, buscando un éxito que sabemos que no va a llegar por ese lado. Creo que un escritor de verdad nunca está repitiéndose.
Con lo que está pasando en Latinoamérica, ¿cómo evoluciona la ficción durante un quiebre social?
El escritor vive una especie de impacto emocional permanente. Una cosa tremenda, porque también lo siente su responsabilidad, pero no siempre sabemos cómo poner eso de inmediato. Eso se cocina en uno y gesta cosas imprevistas. Es el malestar de la conciencia el que engendra obras insólitas.
Giovanna Rivero
Se dice que la escritura femenina ‘viene de las entrañas’. ¿Es así?
´Entraña´ como metáfora, entendido como algo profundo, con muchos pliegues y ovillos, sí. Hemos tenido que conquistar una mirada en nuestro discurso y eso se ha hecho con un trabajo muy hondo y profundo de la escritura, con estas ondulaciones del lenguaje, como unas entrañas.
¿Qué lleva al ser humano a escribir?
El hombre de las cavernas ya quería dejar esta huella gráfica de sí mismo, de su paso por esta vida. El deseo incontenible de escribir es tener a la muerte de frente y decirle ‘solo te puedo mirar a través de la escritura’. Es eso que te atraviesa y que te da la esperanza de una permanencia, de una pequeña inmortalidad.
¿Escribir ficción es siempre una forma de decir la verdad?
Sí. Cuando otras estrategias han fallado, descubres que la única que sirve para acercarte a una verdad -porque hay muchas verdades- es la escritura de ficción. Ya lo dijeron los que trabajan con la psiquis (Freud, Lacan): la verdad tiene cara de ficción; por lo tanto, el camino para llegar a ella es escarbar en ese semblante.
¿Cómo manejas el peso de la imagen de ‘la escritora’?
Cuando eres joven y estas empezando, esa imagen que tratas de encarnar te incomoda. Pero, con el paso de los años, ya no. No siento que haya una impostura, que, como soy escritora, tengo que portarme o responder de cierta manera, o que eso se espera de mí. En la medida en que tu compromiso pase por escribir, por trabajar la letra, eso es lo que hace que tu oficio se manifieste en la palabra ‘escritora’.
Gabriela Cabezón Cámara
Se dice que la escritura femenina ‘viene de las entrañas’. ¿Es así?
Escribimos desde las entrañas, desde el corazón y un montón desde la cabeza. Creo que es otra forma de descartar la posibilidad de que pensemos y podamos elaborar teorías y es un error. Toda escritura que está viva te traviesa el cuerpo, sin importar el género.
¿Qué lleva al ser humano a escribir?
Tiene que ver con tejerse, entramarse con el mundo, con ese mar de discursos que es la literatura. Siempre me sentí medio suelta, medio desprendida, escribiendo me tramo mejor en el telar del mundo, tengo un lugar de permanencia.
¿Escribir ficción es siempre una forma de decir la verdad?
La ficción no tiene una relación directa y transparente con la realidad, está sesgada por la perspectiva de quien escribe. Pero la ficción es una exploración y, si es auténtica, sí va a tener relación con alguna forma de la verdad que tiene lugar en todas partes, porque una ficción, cuando funciona, es universal.
¿Cómo maneja el peso de la imagen de ‘la escritora’?
Los escritores no somos interesantes; en el mejor de los casos, nuestros textos lo son. Cuando los produces no eres del todo vos: la fuerza de la lengua, de la tradición, de los juegos musicales y lógicos del lenguaje, hacen de la obra algo que es propio del escritor y a la vez no tanto. Lo que pensamos o decimos puede ser importante de igual manera que lo que dice cualquiera. Es un fenómeno extraño: la literatura ha perdido casi toda función social y, sin embargo, el aura de los escritores sigue existiendo. Esa aura no es del escritor, es una cosa que los demás te ponen.