Este ensayo anhela una lectura corporeizada. Nos lleva a pensar en la urgencia de una ética corporal de la lectura, sobre todo como estrategia para encaminarnos hacia una política de la sensación lectora. Invita a reflexionar acerca de las posibilidades de leer el canon desde el cuerpo, justamente para desarmar el canon. Para llevar a cabo la propuesta, elige volver sobre el canon de la literatura ecuatoriana pero, ante todo, entablar una conversación -algo tensa- con su historiografía, con las voces críticas que la fundan. El fin último de este método es desembocar en una ética de la mirada que no permita que esas imágenes desaparezcan para siempre.