Ensayo/homenaje:
Parágrafos funestos: In memoriam de Jorge Velasco Mackenzie
Dalton Osorno
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Viernes 24 de septiembre, andábamos por las montañas norteamericanas paseando y al retornar el mensaje vía WhatsApp de Matilde, decía: Dalton, acaba de fallecer mi amado padre. (…) Silencio de silencios, soledad, vacío: un abismar de abismos por el amigo-hermano escribidor caído (1948-2021). Se angosta-angustia el ánima…
1.
¡Caramba!, una información funesta-dolida e inesperada: una amistad de casi medio siglo. Nos conocimos en el café-bar el Montreal, ya había leído su primer libro de cuentos: De vuelta al paraíso (1975), estudiaba en el Colegio Nacional Vicente Rocafuerte y descifraba los primeros títulos de la Colección Letras del Ecuador, también había ojeado el cuento Aeropuerto en la revista La Bufanda del Sol 9-10, antes de la presentación de la revista del taller Sicoseo. Cuando Jorge retornó de España, con los borradores de su primera novela… me esperó a la salida del Cine Foro de la Casa de la Cultura e invitó a formar parte del taller de literatura Esferaimagen (1980), allí, pude leer la primera versión de El rincón de los justos (1983), y nuestra amistad creció entre libros, interminables charlas, eventos culturales, copas y manducadas de la mar en tierra, jornadas sabatinas del taller, compartir la familiaridad: Velascos y Osornos, cátedra en la UTB y compadrazgo, pues me nombró padrino en el bautizo católico de su último hijo Sebastián Velasco Cabrera, que es un reconocido chef. Yo, entonces, escribía poesía –pero ya tenía en mente una novela histórica sobre Guayaquil, génesis de Crónica para jaibas y cangrejos (2020)– y Jorge me orientó por el camino del relato corto. En la revista Esferaimagen publicó mi primer intento de cuento: El último viaje del gato y una entrevista al poeta vanguardista Hugo Mayo (1981).
2.
En Esferaimagen se trabajaba directamente con el texto: contenido, discurso, técnica, actantes, estructura… Jorge impulsaba a la gente a escribir más y más cada semana, a cuidar el fraseo, la estructura, el punto de vista, la funcionalidad del contenido; señalaba lecturas y advertía del riesgo de las influencias. Yo andaba obnubilado con Joyce, Borges, T. S. Eliot, Cortázar, Cabrera Infante, Paz, Parra, Roland Barthes, A. J. Greimas, Umberto Eco… La experiencia significativa sería trabajar el texto con mayor dedicación y profesionalismo. Lo de la crítica y autocrítica resulta un lugar común dentro de la metodología de los talleres. Entre los 70 y 90 compartí sueños y escribanías en los talleres: Bumerán, con Aminta Buenaño y Roberto Echeverría; Esferaimagen con Jorge Velasco y el del Banco Central del Ecuador que coordinó Miguel Donoso Pareja.
3.
Jorge Velasco, el ser humano, otro parágrafo tocado: de Jorge Velasco, el hombre, hay tantas anécdotas que queremos recrear sus camaradas de pluma. Empero, quiero destacar de nuestra infinita amistad, su inmensa generosidad, porque él me buscó como amigo, me eligió entre tantos compañeros del taller para volvernos más que hermanos: compinches escribidores de ficción. Hizo lo posible e imposible con su capacidad imaginativa-creativa para llevarme como maestro de literatura a la Universidad Técnica de Babahoyo, y cuando opté una postura política distinta que me costó la separación del cargo de maestro contratado…, hizo gestiones posibles e imposibles para reintegrarme a la cátedra. Ya sabemos cómo campea la politiquería en la educación. La amistad, la inmensa amistad triunfó una vez más. Él escribió la noticia de contraportada de mi primer libro de cuentos: El vuelo que me dan tus alas (1988). Velaskenzie, como lo llamábamos sus viejos camaradas, desplegó su generosidad al dedicarme un relato: Para que el tiempo no lo borre del volumen de cuentos Desde una oscura vigilia (1992). Vale repasar una anécdota de discusión cerrada y exquisitamente ebrios: «Dalton, te voy a suspender el compadrazgo para putearte de verdad porque no estoy de acuerdo con tu ciega opinión que…». La disputa era sobre una novela de Gesualdo Bufalino: Tommaso y el fotógrafo ciego.
4.
De sus libros publicados… Sabemos que su producción es amplia, que su pluma jamás cesó de escribir sobre la ciudad del grande río y el salobre estero, empero, dentro de sus obras guardo afecto-admiración por El rincón de los justos (1983), su ópera prima y una gran novela que todos leen, conocen, valoran y estudian cada día. El 1 de mayo del citado año escribí una nota sobre los actantes de la novela, nota que se publicó en diario Expreso de Guayaquil. No podemos dejar en el tintero del olvido Río de sombras (2003), gran libro para el que escribí la nota de contraportada –edición de Alfaguara–. Solía decir, para celebrar un logro literario: «Te invito a que me invites una cerveza». Trocando su frase hoy le diría: Te invito a que me invites una nueva novela.
5.
Repaso, a vuelo de pájaro viajero, que en nuestro último encuentro-físico, agosto 12 de 2020, en una típica cantina porteña, me confió los originales de la novela: Ciudad tatuada, con el fin de dar con un editor responsable para su última obra. La tarea de edición de sus libros inéditos (entiendo que son tres) le corresponde a sus herederos: Velasco Cabrera, albaceas directos de su legado literario. Atesoro y borroneo la pátina de escriturar un libelo sobre nuestras vidas: De un tal Jorge a un tal Dalton.
6.
Final, cuando no existe final, ciertamente, pues el mito recién empieza: Entrañable y generoso amigo, amigo de verdad, compadre espiritual –Jorge fue católico– y escribidor de ficción a tiempo completo 24/7, como repican ahora. Se angosta-angustia el ánima y no me alcanzan las palabras para los suyos: Ana, Matilde, Jorge y Sebastián.
Foto inicio: Archivo Aravena. Los escritores: Imágenes de los 70 (Quito, CCE, 2013).
Dalton Osorno y Jorge Velasco Mackenzie, en Guayaquil. 2021
Dalton Osorno (Jipijapa, Manabí, 1958). Narrador, poeta y catedrático ecuatoriano. Estudió Letras de la Universidad de Guayaquil. Integrante del grupo Bumerang y del taller literario Esferaimagen, auspiciado por el Banco Central, bajo la dirección de Miguel Donoso y la coordinación de Jorge Velasco Mackenzie. Compilador del libro de poemas de Hugo Mayo, El zaguán de aluminio, publicado por la Casa de la Cultura en 1982. Profesor en el Departamento de Letras de la Universidad Técnica de Babahoyo.
Entre sus publicaciones constan: El vuelo que me dan tus alas (cuentos). En poesía: Eliot pasea por las calles de mi pueblo, Visión de la ciudad (1994), Palíndromo (1997), Amarantazgo (2000), No hay peor calamidad, desfachatez, infatuamiento que un poeta enamorado (2003) y Duración del esfumato (2017).
En abril de 2020, fue uno de los dos ganadores del Premio La Linares de Novela Breve, junto al autor guayaquileño Hans Behr Martínez, con Crónicas para jaibas y cangrejos.