CARTAS DE TERESA DE LA PARRA A GONZALO ZALDUMBIDE

Cinco cartas de Teresa de la Parra a Gonzalo Zaldumbide

ANA TERESA PARRA SANOJO, conocida en medios literarios como Teresa de la Parra, adquirió fama como escritora luego de la publicación en 1924 de Ifigenia (que tuvo como primer título Diario de una señorita que se fastidiaba), novela con la que ganó el primer premio en un concurso literario de París, auspiciado por el Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa. Fue invitada a participar al Congreso de Prensa Latina en La Habana (1927), y lo hizo con la ponencia «La influencia oculta de las mujeres en la Independencia y en la vida de Bolívar», reivindicando el papel de la mujer en ese período de la historia. Y en 1929 publicó su segunda novela, Memorias de mamá Blanca, aparecida en español y francés.

En Ifigenia, novela-confesión, se puede apreciar la lucha de la mujer por liberarse de los prejuicios de una sociedad decadente –la de la Venezuela del general Juan Vicente Gómez, que pese a ser heredero del caudillaje decimonónico y afrontar en 1928 su primera manifestación de resistencia civil, logra consolidar la nación–, para asumir una nueva vida responsable y autónoma ante sí y la sociedad. Quizás por esto, en las cartas que presentamos se percibe a una Teresa de la Parra en tránsito por Europa y hacia Latinoamérica queriendo afirmarse como escritora, dedicada a leer y escribir, a hacer contactos editoriales o a participar en concursos literarios, a más de frecuentar gente del arte y las letras, situación que no fue debidamente comprendida en su país.

En la presente selección de cartas –parte de otra publicada en Obra. Narrativa-Ensayos-Cartas. Caracas, 1982– ubicamos a Teresa de la Parra en Europa, poco después de la muerte de su gran amiga Emilia Ibarra, queriendo reconstruir su vida afectiva. Y aunque en principio hay un cierto rechazo hacia Gonzalo Zaldumbide, los galanteos escriturales de este desbrozan de a poco el camino: tus palabras «se parecen a tus besos lindos» y dejan «un rastro más pegajoso que el rojo Guerlain», le dice la escritora. Un camino en el que irán confluyendo ambos para corresponder su amor que, al final, se truncaría por el delicado estado de salud de Teresa de la Parra.

Estas cartas son muestra de una confesión apasionada, y a la vez un estado de privilegio para escuchar a Teresa de la Parra en sus miedos iniciales, sus angustias espirituales, su tedio vital, hasta sus certezas («tú vuelves siempre… cada vez más querido») en torno a su filiación amorosa por el escritor ecuatoriano.

Carta 1. Agosto 19242021-04-25T03:18:48+00:00

1

Hoy a las once y media
Juan de Luz1. Agosto 1924

Querido Gonzalo2:

Como al llegar aquí esta tarde recibí tu carta, ahora, sin poder leer ya más, porque el Seducteur tiene el don de ponerme a llorar dulzura y de nostalgia, desvelada como estoy, resuelvo contestar tu carta, no al pliego de adentro, sino a la impresión del sobre entre mis manos.

Te escribo con lápiz aunque me hayas dado tu pluma de oro. Quisiera hacerte sentir este momento mío tan hondo y tan lleno de regrets. Me dijiste el otro día que era incapaz de sentir ternura, y desde la muerte de mi pobre Emilia3 que era para mí todo un mar de cariño no hago sino pedir limosna de ternura y en estas horas de la noche, en mi cama, tan inhospitalaria, busco los mendrugos recogidos y se me vuelven todos, todos esos regrets de que te hablo que se me suben a los ojos y me ruedan por las mejillas. ¿Pero, qué te importa a ti nada de esto? Leerás estas palabras con tu mirada ausente hundida en su más allá, y no las comprenderás, dirás tal vez como Hamilcar4: “escribe signos que no tienen sentido”. Bien, entretanto sigo yo con mis regrets a cuestas y tan, tan solita dentro de mi alma. Tú no estás en ella, te puse en una silla para que te sentaras y hace ya varios días que ni siquiera la silla veo. Siento el más profundo desprecio por esa cosa que llaman amor, que es brutal y salvaje como los toros del domingo, con los pobres caballos destrozados. No quiero sino ternura, eso que tú crees que yo no conozco y en lo cual soy maestra especialista imposible de equivocarse ni engañar.

Isabelita y María5 se fueron a Pérgola, Mamá6 duerme y yo pienso sin cesar en esta historia nuestra que no comprendo todavía. Tengo en general, como diría María, miedo a ti y horror a los demás hombres, ¡ah si supieras quererme con alma de mujer! Me bastaría con el alma y prescindiría del cuerpo. No te rías ni pienses en el cuento de la petite différence, porque una cosa y otra serían muy contrarias a mi estado de alma desencantada y triste, ¡triste! ¡triste!

Estoy furiosa con la Compañía Trasatlántica7 y tengo en general, como volvería a decir María, unas ganas infinitas de morirme… se alegraría muchísimo y tú no te molestarías siquiera en ponerme este epitafio: “cantó mientras esperaba”… ¡Ya tenemos aquí quince días! Bonsoir, Gonzalo, duerme bastante, y recuérdate mañana con tu agua de rosa, ¿tendrás quizás algunos dedos que te la pasen sobre los ojos?

           ¡Quién sabe!

Teresa

[1] San Juan de Luz: antiguamente llamada ciudad de los corsarios, es un pueblo costero del País Vasco francés, situado a las puertas de España, entre Biarritz y Hendaya.
[2] Gonzalo Zaldumbide (1882-1965), escritor y diplomático ecuatoriano, quien se desempeñaba en esos años como Ministro Plenipotenciario del país en Francia (1923-27).
[3] Emilia Ibarra de Barrios Parejo, hija de un edecán de Bolívar, murió el 14 de mayo de 1924 en Francia. Al ser muy amiga de Teresa de la Parra (1889-1936), su muerte le produjo un profundo dolor y una gran depresión espiritual.
[4] Quizás Amílcar Barca (275-228 a.C.), general y estadista cartaginés, que dirigió la conquista de España.
[5] Isabel (1891-?) y María Parra Sanojo (1898-?), hermanas menores de Teresa de la Parra.
[6] Isabel Francisca de las Mercedes Sanojo (1860-?).
[7] La Compañía Trasatlántica se fundó en junio de 1881 y se estableció en Barcelona, era una empresa de transporte marítimo en grandes buques para pasajeros y el comercio.
Carta 2. 19262021-04-25T03:19:32+00:00

2

Hoy jueves 29, 1926

Mi Lillo1 querido:

No sabes el gusto tan grande que tuve ayer noche al encontrar tu carta. Estaba tristísima, me dolía tu ausencia de veras y tu carta me alivió el dolor. Me dormí como si te hubiera visto en la tarde. Voy a confesarte que en los primeros días de llegar aquí2 no sentí que me hicieras tanta falta. Quizás el calor de la familia reemplazaba un poco el tuyo. Además tenía otra vez tus ideas enemigas que pasan de tiempo en tiempo. Estos distintos estados de ánimo que a ti te inspiran desconfianza son la prueba más grande de mi cariño; tiene raíces que yo misma ignoro, y que tantas veces ya me han sorprendido. Tú vuelves siempre Lillo mío cada vez más querido, mis aparentes indiferencias no son sino variaciones sobre el mismo tema, el tema siempre vuelve con más fuerza, y estas alternativas no hacen sino variar y renovar todos los días mi gran cariño. Ellas me libran del aburrimiento y de la monotonía: acéptalas con benevolencia, son la riqueza de un amor lleno de lujo y abundancia. ¡Que si soy rica! No te quejes ahora de esa riqueza que brota como la tierra que te perteneciera, ésta que no sabe de cheques ni de acciones, ni de billetes de bancos3: ¡Papeles sucios!

Ayer estaba triste, primero, porque empezaste a hacerme caprichosamente una falta horrible; después porque Isabelita4 resolvió viaje violento a París; igualito a mi último viaje tan loco y tan lindo de hace cuatro meses. Todo me lo recordó y me puse dolorosísima pensando que yo no me iba ahora… Porque te adoro, con ese amor que sólo nace de las grandes barreras5. ¡Este que conocemos ahora nosotros dos! Desgraciadamente no tenemos el dinero que rompe las barreras y alisa los caminos.

Escríbeme dos palabritas siempre que puedas. No sabes cómo se parecen a tus besos lindos. Es más largo ese beso de los ojos con palabras escritas que el de los cuatro labios; y me dejan a mí un rastro más pegajoso que el del rojo Guerlain6, que por lo menos se quita con jabón y agua. Tu rojo no se me ha ido Lillito desde anoche, y voy a decirte hoy en un telegrama que llegue antes que la carta. No estés triste: piensa que cuentas desde lejos, siempre, siempre con el calor y el cariño y el perdón diario de tu fiel y tu amorosa

Teresa

El tiempo aquí es una maravilla. Brisa con calor apenas acentuado al mediodía, unas noches divinas, unas mañanitas frescas que yo paso en el jardín. ¡Si estuvieras aquí tú, verías cómo no es mentira la felicidad y la alegría!

[1] Lillo, Lillito: apelativos con que Teresa de la Parra se refería a Gonzalo Zaldumbide.
[2] Seguramente a Vevey, Suiza, en donde Teresa acostumbraba pasar los veranos dedicada a la lectura. Ese año aparecerá con prólogo de Francis Miomandre, Journal d’une demoiselle qui s’ennuie (fragmentos de su novela Ifigenia, 1924), en la colección Les Amis d’ Edouard, n. 109.
[3] Emilia Ibarra había dejado a Teresa de la Parra sus bienes en usufructo, es decir, inmuebles de los que recibía una renta por su alquiler. Más tarde, la herencia de Emilia fue controvertida por su hermano Andrés Ibarra y Teresa dispuso en su testamento que los bienes se revirtieran a él.
[4] Isabel Parra Sanojo.
[5] Zaldumbide se había casado en marzo de 1926 con la pianista guayaquileña Isabel Rosales Pareja (1895-1961), que había estudiado en Francia con el pianista y director de orquesta, así como reconocido pedagogo, Alfred Cortot (1877-1962).
[6] Alusión a los pintalabios de Guerlain, casa francesa de cosméticos que promocionó el primer pintalabios en 1870, como barra de labios «Ne m’Oubliez Pas» (No me olvides).
Carta 3. 19272021-04-25T03:33:21+00:00

3

1927

Querido Gonzalo:

Acabo de salir y como de costumbre estoy pensando en ti: Guethary, luego Bayona1, todos nuestros queridos pueblos de amor y automóvil. Te escribo en una hoja del libro de poemas de tu amigo Cardoza2 que me diste un día; ¿te acuerdas? y que he encontrado en mi saco de viaje, único recurso para escribirte. No sabes cuánto pienso en el día de ayer y cómo me alegro de nuestra salida en la tarde, sin ella me hubiera embarcado con impresiones tristísimas. Ya no. Ahora estarás durmiendo, cuando te despiertes, ¿te acordarás de que ya me fui?

Sabes que por fin luego de una larga lucha, no me traje tu sortija! María3 te la dará. Piensa que la llevé 6 días y acuérdate de mi pobre dedito meñique, que se va triste y solo. Escríbeme a Cádiz o a Valencia. Trabaja mucho. Termina tu correspondencia. Ahora que no tengo la preocupación de ti, me estoy ocupando de lo que voy a hacer en Caracas. Ojalá tenga éxito. Voy a escribirle a Ventura4 dándole las gracias por el libro y despidiéndome.

Al llegar a Burdeos iré en peregrinación al Chapon Finy almorzaremos allí.
No puedes imaginarte lo que me mortificó toda la noche el que no hubieses comido en casa. No he debido dejarte hacer eso.

Cariños, tuya

Teresa

No digas en casa que te escribo porque no sé si podré escribir allá.

[1] Guethary: pueblo del País Vasco en los Pirineos Atlánticos, frente al Golfo de Vizcaya; Bayona: ciudad del País Vasco francés, al sudoeste de Francia.
[2] Luis Cardoza y Aragón (1904-1992), poeta y diplomático guatemalteco. Exiliado de su país, pasó años de su juventud en París; se impregnó del surrealismo, del que tomó su actitud de ruptura estética y política, que luego conciliaría con una sensibilidad barroca tipo americana. Seguramente se refiera al poemario Luna Park (1923), que contiene un poema sin título dedicado a Gonzalo Zaldumbide.
[3] María Parra Sanojo.
[4] Ventura García Calderón (1886-1959), escritor y diplomático peruano. Su gran vínculo con la cultura francesa le llevó a escribir en esa lengua. Su primer libro es Si Loti était venu (1925). Teresa de la Parra quizás se refiera a Danger de mort (1926), publicado simultáneamente en español.
[5] Le Chapon Fin: restaurante fundado en 1825 y que en 1900 fue restaurado con decoración en rocalla con su interior en estilo gruta.
Carta 4. Abril 22 de 19282021-04-25T03:21:53+00:00

4

[Caracas] 22, abril 1928

Lillo querido:

Recibí tu cable donde me das cuenta de mi carta a bordo del Orieta y al cual no he contestado aún, queriéndote dar alguna noticia importante1, quizás sea pronto.

Me encuentro sola y triste, amor mío. Elia2, mi hermana, se ha ido a una casa de campo que tienen cerca de Caracas, por enfermedad de uno de los chiquitos y aunque pasa el día entero conmigo, se va en la tarde a las cinco y me quedo sola. Como quiero evitar las visitas que podrían serme molestas o comprometerme3, digo a todos que estoy sola con ella, cierro la puerta y me quedo en la casa desierta con dos de las sirvientas. Esto me deja en reposo, pero tengo ratos de tristeza negra. Hoy todo el día has estado en mi pensamiento. No ceso de pensar de qué distinta manera te quiero, de lo que te quería cuando vine a Caracas hace cuatro años. ¡Cuánto, pero qué mal te quería entonces! Cuán nouveau riche del amor era. Ahora lo que me da mayor gusto es pensar que en el tumulto de personas que he visto pasar en todo este tiempo no hay nadie con quién pueda establecer, ni por asomo, el acuerdo que tengo establecido contigo. Te soy fiel por impotencia como una vieja de 75 años, el amor con su inquietud de ansias y celos se ha extinguido en mí. Estoy blasée, Lillo, en Caracas no me atraen ni el deseo de gustar, los elogios me aburren mortalmente …… …… …… huyo como de la peste de las invitaciones que, a más de aburrirme, me distraen el pensamiento que necesito tener libre de preocupaciones. Tengo aquí mucho prestigio de seriedad y lo cuido con celo extremado. Esto me hace aparecer orgullosa y no creo gozar de muchas simpatías entre el elemento masculino que me ha abordado. Pero, mejor así: de los dos escollos es el menos malo. Las mujeres me rinden culto, entusiasmo frenético de todas. Salvo dos o tres, las demás me adoran: respiran por la herida. He visto también con mucho gusto que mis dos hermanos4 disfrutan de una reputación sólida de muchachos intachables. Como te digo me han parecido muy inteligentes y simpáticos, nos queremos mucho, es una gran novedad. ¿Cómo estarás tú? En otro plan quizás, pero con el mismo dégoût dentro del alma, como si lo viera. Como ya has de sentir algo teatral en los homenajes que te hagan. ¿Cuándo llegará el día de enviar al diablo literatos y políticos para vivir mansamente, dulcemente, en esa patria doble que sería nuestro matrimonio en Francia? ¿Cómo andarán las cosas por tu lado? A veces me decepciono, luego vuelvo a reaccionar. Al diablo mandaría todos estos proyectos si no me sostuvieras tú.

Para mí sola me basta con lo que tenía, con lo que tendré si no tengo éxito. Contigo es otra cosa, todo me parece poco, todo inseguro. Hay maternidad en mi cariño además de tantas otras cosas. Si tengo éxito, olvido a los Zeballos, Calderón y cuantos han trabajado en hacerme daño ¡qué me importan! Te escribo cohibida. No sé si esta carta te hallará en Quito5. Aquí ha de hacer cuarentena. Adiós amor. Escríbeme hasta que te anuncie la partida por cable. Siempre a Carías6. Fijaré viaje al terminar los asuntos. Será o no con rapidez, lo espero.

Mil cariños.

Teresa

[1] Quizás sobre el levantamiento cívico-militar del 7 de abril de ese año, liderado por Rafael Alvarado Franco (1898-1933) en contra de la dictadura del general Juan Vicente Gómez. Sublevación que fue sofocada al poco tiempo y todos los insurrectos detenidos.
[2] Elia Parra Sanojo (1893-?), casada con Guillermo Salas Díaz, tuvo tres hijos: José Antonio, Tito y María Isabel Salas Parra.
[3] En una entrevista para el Diario de la Marina, publicada el 1º de abril de 1928 en La Habana, Teresa de la Parra había calificado al general Gómez de «verdadero grande hombre de Estado», pues había terminado con el caudillismo al llamar a colaborar en su gobierno a los hombres más capaces y mejor preparados para la administración.
[4] Los hermanos varones de Teresa fueron Luis Felipe (1887-?) y Miguel (1888-?) Parra Sanojo.
[5] Para entonces, Zaldumbide era ministro Plenipotenciario en Washington (1928-29).
[6] Rafael Carías quien administraba los ingresos de los bienes de Emilia Ibarra heredados a Teresa de la Parra; y con quien mantuvo correspondencia por muchos años.
Carta 5. Noviembre 6 de 19282021-04-25T03:34:12+00:00

5

Caracas, noviembre 6, 1928

Querido Gonzalo:

Hace dos días recibí tus dos cartas y la simpática sorpresa traída por Lola Ibarra (no sé si la conoces). Bien, me he puesto la sortija y su peso, y su continuo choque con la sortija vecina pone un rin rin que se parece a ti. Creo que estoy aún en San Juan de Luz1. Recibí también las pruebas2: ¿Creerás que no he tenido tiempo para pasar la vista por ellas? No puedes imaginarte qué atareo, entre las visitas, los negocios, las preocupaciones, los importunos y el teléfono. Mi estado de ánimo en estos días es pésimo. Todas estas contrariedades (renta disminuida, etc.) me tienen como comprenderás decaída de espíritu. Además por no sé qué misteriosa evolución sentimental es ahora en estos últimos tiempos cuando siento con más intensidad mi dolor por la muerte de Emilia3. En las tardes, sola, acostada en el diván de su boudoir, recordando tantos ratos de intimidad, en que sentía junto a mí, con la naturalidad con que siento la luz del sol, su inmenso cariño protector, tengo accesos de verdadera desesperación.

Sólo que tu recuerdo me libera a ratos. Pero he observado que a medida que pasa el tiempo tiene menos fuerza tu amor para vencer este drama mío de tristeza y soledad. No sé a qué atribuirlo. Será tal vez que mis once años de amistad con Emilia, siendo ya una costumbre, arrolla nuestro mes de amor que volviéndose pasado es débil y fácil de vencer. Esperemos que al hacerse de nuevo presente, con la fuerza de la realidad habrá de triunfar de todo. Es lo que ardientemente deseo, porque no quiero sufrir, ni vivir este martirio de las añoranzas.

Creo que nuestro viaje, de todas maneras, habrá de resolverse pronto. Mi gusto hubiera sido volver en el Arnús4, el 25 de este mes, pero es mucho lo que tengo que embalar y arreglar. Pienso llevarme todo lo que sean objetos de valor, platería, cuadros, candelabros, vajilla, cristales, etc. Todo esto habría de hacer un conjunto bastante considerable como volumen. Lo llevaré a nombre de Barceló5.

No dejes de escribirme siempre, lo más largo y cariñosamente posible.

Te quiere,

Teresa

[1] Pueblo costero del País Vasco francés; véase la carta 1.
[2] Las pruebas de su segunda novela Memorias de Mamá Blanca, que publicará en 1929 y no generará el mismo entusiasmo y debate que la primera (Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba), quizás por tratarse de la historia de un grupo de niñas en una hacienda del siglo XIX.
[3] Emilia Ibarra de Barrios Parejo.
[4] Miguel Arnús, nombre de uno de los buques de la Compañía Trasatlántica.
[5] Simón Barceló (1875-1938), escritor y diplomático. Cónsul de Venezuela en Puerto Rico y Haití (1900-06), y ministro de Venezuela en Francia (1923-26). Retornó a Europa en 1928 y al año siguiente publicó La tentación de Ramón Berenguer (novela histórica). También autor de la novela Fatalidad (1894).

Cartas tomadas de Obra. Narrativa, ensayos, cartas, de Teresa de la Parra. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1982. La anotación de las cartas es de Luis Rivadeneira.

2021-05-28T05:29:39+00:00
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