UNA CARTA DE ANTONIN ARTAUD

Recuperación:

Una carta de Antonin Artaud a Alfredo Gangotena

JUNTO con su familia, Alfredo Gangotena (1904-1944) se radicó en París a partir de 1920, y aunque quiso estudiar Bellas Artes y Arquitectura, por decisión paterna tuvo que seguir la carrera de Ingeniería en Minas, la que terminó en 1925. Sin embargo, esta época le permitió descubrir no solo su capacidad de creación poética, que se afianzó en 1923 con la publicación de varios poemas en las revistas parisinas Intentions y Philosophies, sino también cultivar la amistad de creadores que le acogieron y animaron en su camino, entre otros, Max Jacob, Jean Cocteau, Jules Supervielle y Henri Michaux.

A su retorno al país en 1927, vino acompañado de Henri Michaux, quien recogió su testimonio de viaje en Ecuador. Diario de viaje (1929). Para entonces, el ambiente que se vivía en el país era muy diferente al de la Francia cosmopolita, pletórica de actividad cultural; el país, en cambio, con la influencia de los movimientos de izquierda, encaminaba la literatura ecuatoriana hacia el realismo social. De hecho, cuando en 1930 aparece Los que se van, y Gangotena publica Absence. 1928-1930 (la edición de autor es de 1932), libro de madurez con quince poemas en francés y dos en español, prácticamente pasa desapercibido. Y si antes ya sentía el aislamiento e incomprensión de los escritores ecuatorianos (lo calificaban de ‘afrancesado’), vendría entonces una etapa de mayor concentración en su obra así como un replegarse sobre sí mismo.

Esta angustia existencial, que debió afectar mucho su ánimo, hizo que Gangotena volviera los ojos hacia el lugar donde había tenido reconocimiento. Y allí está Antonin Artaud (1896-1948), escritor francés, dramaturgo y actor cinematográfico, que vivía agobiado por trastornos mentales desde la adolescencia, sin que ello le impidiera realizar una gran labor creadora, en especial la teorización del Teatro de la Crueldad. En Artaud encuentra la comprensión («fraternidad») que busca, y como respuesta gentil al envío de su libro, él corresponde con dos folletos de la propuesta de su teatro metafísico, en la que ha puesto todo su esfuerzo, y que podría arrancar con la puesta en escena de La conquista de México. Además, siente, quizás por la lectura de los poemas de Gangotena, el anhelo de conocer nuestro país, aunque no pueda ubicarlo con exactitud.

Gangotena y Artaud, sintiendo la fragilidad de salud, quizás hasta el dolor físico de la soledad e incomprensión, se hermanan a la distancia queriendo vivir el uno en el lugar del otro, como una suerte de afirmación de su obra creadora.

Carta 1- París, 4 de septiembre de 19332021-07-27T03:55:14+00:00

París, a 4 de septiembre de 1933

Estimado señor:

El envío de su libro1, con su sorprendente dedicatoria, me ha conmovido violentamente. Siento que, como yo, usted ha conocido ciertos bajos fondos, y lo que me trastorna es la revelación de esa lejana fraternidad, proveniente de un país2 que habita mis sueños desde hace largo tiempo. Yo no sé si usted está al corriente de los proyectos que yo remuevo y que, por principio, espero realizar. Pero la confesión de esta desesperanza es una cosa personal e incomprensible que no he hecho a otra persona y la hago ahora, confidencia por confidencia, confesión por confesión.

Lo que, en mis primeros libros, era infortunio del espíritu, de las fibras y, no me atrevo a decirlo, del esqueleto de la inteligencia, se ha convertido ahora en infortunio profundo del alma. Tampoco yo puedo más. Estoy en el colmo del dolor, en el colmo del esfuerzo. Mi gran esperanza ronda como un verdadero globo y es la de la realización de un teatro metafísico3, bello como la creación. Los dos libros que le remito, en este mismo correo, podrán darle una idea muy lejana de ese teatro. He escrito y compuesto ya el escenario detallado del espectáculo que he llamado La Conquista de México4, donde he tratado de que choquen los dos mundos con sus dioses, sus fuerzas, sus cielos y sus mazmorras y para lo cual, contrariamente a mi ardiente espera, los [medios] de realización material –ya que estamos en un mundo en el que la materia útil pertenece a casi todos­–, es indispensable para aquellos que quisieran hacerla sonar como Omphion5 hacía sonar las piedras, tocándolas. Esos medios de realización me faltan, finalmente. Comprenda que es mi vida misma la que comprometía en ese proyecto que no era para mí un lujo sino la petrificación de todas mis fuerzas. Usted añora, tal vez, Europa6. Yo tengo la nostalgia de su país, del que no tengo ninguna idea histórica, seguramente; pero yo creo en la impregnación mágica de los lugares, bajo (la acción de) los hombres.

Mi vida personal está comprometida en esta idea de realización teatral en la que una idea subterránea, oculta, del teatro, reaparecería. El teatro, como un vasto exorcismo en el que la muchedumbre entera no puede no participar en un espíritu preparado, concertado anticipadamente, para ella y en el que le obligarán a entrar. He aquí: pocos han comprendido lo que yo quería hacer: yo digo que son los mejores pero los menos capaces, naturalmente, de remover esta materia: piedra, madera, tejas, chatarras y hombres, grandes masas de hombres, sin lo cual yo nada podría hacer.

Su libro y el envío de su libro me emocionan tanto más que usted pertenece a un grupo7 donde, en un momento dado, no se me apreciaba mucho. Y tengo la impresión, ahora, de una vasta alianza subterránea de los mejores.

Soy suyo de todo corazón,

            Antonin Artaud
42, Calle
París, XV

[1] Alfredo Gangotena, Absence (1928-1930), edición de autor, 1932.
[2] Junto con su familia, Gangotena retornó al Ecuador en 1927. En el viaje lo acompañó el poeta y pintor Henri Michaux (1899-19884), francés de origen belga, su gran amigo y a quien conoció en Paris en 1925. Fruto de este viaje Michaux escribió su libro Ecuador (1929).
[3] Antonin Artaud (1896-1948), poeta y dramaturgo, se instaló en París en 1920, trabajando como actor en los espectáculos de Lugné-Poe y Charles Dullin. Entre 1924 y 1927 estuvo vinculado al movimiento surrealista. En 1932 publicó su primer manifiesto (el segundo es de 1933) de lo que sería el Teatro de la Crueldad, preconizando un espectáculo físico, no psicológico, donde la acción y aun los gritos tuvieran un carácter objetivo y absoluto. Un teatro que al mirarse de otra manera y dirigido a los sentimientos del espectador valorara lo metafísico.
[4] Escrita en 1932, La Conquista de México es una obra en cuatro actos que van desde la premonición del país que sería conquistado, hasta el trágico final de Cortés y sus hombres, que Artaud no llegó a montar. Su afán era cruzar el Atlántico para encontrar el país que representaba un idílico lugar donde hallaría la esencia de la creación. Artaud visitará México en 1936.
[5] Dentro de la mitología grecorromana, Zeus (Júpiter) tuvo dos hijos gemelos que fueron modelo de entendimiento entre hermanos; mientras Zeto sobresalía en las tareas rudas y manuales (la caza, la ganadería), Anfión se dedicaba a la música y al arte, habiendo sido instruido por Hermes. Se cuenta que en la construcción de Tebas, Zeto se esforzaba por colocar las piedras, en tanto que Anfión hacía que se movieran por sí mismas al tocar su lira.
[6] De hecho, en 1936, Gangotena fue nombrado funcionario de la embajada ecuatoriana en París, donde permaneció hasta los primeros meses de 1937. Sin embargo ya no encontró a sus amigos y la poetisa Merie Lalou, con quien había mantenido una intensa correspondencia desde 1934, no lo recibió por encontrarse enferma.
[7] En Francia, Gangotena fue cercano al poeta y pintor francés Max Jacob (1876-1944), que era rechazado por los surrealistas, y al grupo de jóvenes intelectuales de la revista Philosophies, dirigida por Pierre Morhange. Más tarde también se acercó al círculo de poetas que rodeaban a Jules Supervielle (1884-1960), quien le presentó a Henri Michaux.

Facsímil

La versión de la traducción del francés de esta carta que publicamos en esta entrega del Boletín Casa Carrión pertenece al escritor y traductor ecuatoriano Filoteo Samaniego.  Apareció en la revista Ágora n. 7, editada y publicada en Quito, en 1967.
2021-07-15T21:20:48+00:00
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