Encuesta:

La misión de la literatura

José de la Cuadra

En el Archivo del Centro Cultural Benjamín Carrión (CCBC) se localizaron hace unos años dos cuartillas mecanografiadas, corregidas a mano por el propio José de la Cuadra. Eran la respuesta a una encuesta tal vez destinada a alguna publicación periódica para la que Carrión desempeñaba tareas editoriales.
A su vuelta de México, en donde representó al Ecuador con el rango de embajador, Carrión participa activamente en las luchas políticas de su país. Es casualmente en 1936, fecha en que De la Cuadra desde Cuenca contesta a la única pregunta de la encuesta.
Nadie más autorizado por entonces que De la Cuadra para responder una pregunta sobre la misión de la literatura. Los miembros del Grupo de Guayaquil lo consideraban su máximo representante, sin duda por el valor que le atribuían a sus libros de relatos Repisas y Horno y, en particular, a su novela Los Sangurimas, publicada en 1934.
Al año siguiente de la encuesta, De la Cuadra publicó su ensayo El montuvio ecuatoriano. La fundamentación teórica de su producción literaria podríamos encontrarla en ese ensayo y en esta respuesta.

 

–¿Qué piensa usted sobre la misión de la literatura?

–Antes de nada debo consignar que para mí la literatura es en el medio social donde se produce.

Y ello, desde mi punto de vista, restringe necesariamente la pregunta misma, restringiendo, de consiguiente, la respuesta.

Para contestar, dentro de la posibilidad de líneas breves, me formularía así la encuesta: «¿Qué pienso yo sobre la misión de la literatura en Ecuador?»

Cuando el llamado Grupo de Escritores de Guayaquil fue tachado de feísta por la constante de su presentación de personajes dolorosos, puesto yo en plan de defensa dije que, en términos generales, nuestro lema podría ser –o era– éste: «La realidad y solo la realidad». Más adelante, limitaba: «La realidad, pero nada más que la realidad».

Con una posición así enunciada, era obvio que mi criterio sobre la gestión de nuestra literatura se orientaba hacia una definida comunión con la tremenda verdad nacional, tendiendo a exponerla en todas sus dimensiones, sin el más pequeño tapujo, pero también sin la más pequeña exageración.

La exposición que yo propugnaba, no era en sí un fin, sino un medio; y, esto libraba a nuestra literatura del dictado de feísta1, ya que no en lo feo, por ser feo, se deleitaba, sino que lo descubría con previas y determinadas finalidades, con previos y determinados objetivos, y convirtiéndose en mera expositora de la horrorosa verdad.

El propósito que se perseguía era el de crear una literatura de denuncia y de protesta contra el sistema social vigente, encarnándolo en personajes y escenas donde él alcanzara su máxima tensión.

Y con lo dicho, entiendo haber dado ya mi opinión en relación a la encuesta: mi contestación; no haciendo otra cosa que ratificarme en anteriores y firmes conceptos sobre el asunto que ella plantea.

Para mí, la misión de la literatura en nuestro país consiste, pues, en poner de manifiesto la podredumbre del régimen social, denunciándolo ante nosotros mismos y ante el mundo. Con eso, nuestra literatura colabora con eficacia en la obra de la abolición del régimen aludido; lucha, propiamente, por la revolución social; y no está, como no quiero verla, «al servicio de»… No es instrumento, sino, en sí misma, beligerante.

Hora vendrá en que nuestra literatura, cargada de doctrina, construya hermosamente. Pero, entonces, será que habrá variado el medio social donde ella se está produciendo. Claro que algún día se escribirá en nuestro país una «Edificación».

A nosotros literariamente nos ha tocado nada más que destruir. Tarea bastante fácil, pues es tan espantosa la tragedia nacional, agudamente significada en el montuvio y en el indio2, y es tan monstruoso el cuerpo leproso de nuestro sistema que, aun solo poniéndolo en contacto con la luz pública, se le causa daño, a semejanza de lo que justamente ocurre con las llagas gafas cuando se da al sol su escondida purulencia.

José de la Cuadra
Cuenca, 4 de mayo de 1936


[1] En el n. 113-114 de La Revista Americana de Buenos Aires, correspondiente a septiembre-octubre de 1933, De la Cuadra publicó un artículo titulado «¿Feísmo? ¿Realismo?», en que abunda sobre este tema.
[2] En el original, De la Cuadra tachó en forma manuscrita la siguiente frase: «y en el obrero de nuestras industrias».

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