ANTOLOGÍA POÉTICA: LA CIUDAD DE CONSTANTINO KAVAFYS

Antología poética: La ciudad de Constantino Kavafys

«CUANDO un escritor sabe con bastante certeza que se venderán solamente unos pocos volúmenes de su edición, obtiene gran libertad en su trabajo creador», dice el poeta griego C.P. Cavafy (1863-1933) citado por Francisco Rivera en el ensayo que reproducimos en esta entrega del Boletín Casa Carrión. Renuente a exhibirse, se conoce que publicó muy poco en vida: dos plaquettes (1904-1910), poemas sueltos en revistas y sus famosas colecciones de hojas volantes a través de las cuales enviaba a sus amigos y admiradores sus textos corregidos y vueltos a corregir. Finalmente, su obra poética se reduce a ciento cincuenta poemas, considerados acabados, y que forman parte de su edición canónica.
Cultor indeclinable de la cultura helénica, asumió su homosexualidad con libertad y devino en uno de los mayores exponentes del renacimiento de la lengua griega moderna. Solo en la segunda mitad del siglo XX, gracias a sus traducciones al inglés y a los estudios y referencias de E.M. Forster, Marguerite Yourcenar, Lawrence Durrell y W.H. Auden, entre otros, la divulgación de su obra repercutió a nivel internacional y se pudo considerar su extraordinaria voz poética y su singularidad al asumir temas narrativos, históricos, intimistas y cotidianos con una libertad, traslación mítica y diálogo intertextual sorprendentes.
La traducción de esta breve selección de poemas cavafianos pertenece al ya citado traductor venezolano Francisco Rivera, que tiene, al decir sus editores primigenios, el mérito de ser la primera versión en lengua castellana realizada a partir del texto original griego. Quizás contamos con esta traducción con una de las mejores y más acabadas versiones al español del gran poeta griego.
La Ciudad2021-02-20T04:03:56+00:00

LA CIUDAD

 

Dijiste: «Iré a otra tierra, iré a otro mar.
Otra ciudad encontraré mejor que esta.
Cada esfuerzo mío es una condena escrita,
y mi corazón, como un muerto, está enterrado.
¿Hasta cuándo permanecerá mi mente en este marasmo?
Hacia donde vuelvo los ojos, por donde miro,
negros escombros de mi vida veo aquí
donde tantos años he pasado, perdido y destruido».

Nuevos sitios no has de encontrar, ni encontrarás nuevos mares.
La ciudad siempre te acompañará. Por las mismas calles
errarás, en los mismos barrios envejecerás
y en las mismas casas habrás de encanecer.
Siempre llegarás a la misma ciudad. En otro lugar no pongas tus esperanzas:
no hay barco para ti, no hay camino.
Al perder tu vida aquí,
en este rinconcito, en toda la tierra la has destruido.

Vuelve2021-02-20T04:02:04+00:00

VUELVE

 

Vuelve a menudo y tómame,
sensación amada vuelve y tómame‒
cuando despierta la memoria del cuerpo,
y antiguos deseos corren otra vez por la sangre,
cuando los labios y la piel recuerdan,
y se sienten las manos como si tocaran de nuevo.

Vuelve a menudo y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan…

Termópilas2021-02-20T04:00:20+00:00

TERMÓPILAS

 

Honor a aquellos que en su vida
se han decidido a defender Termópilas.
Sin apartarse nunca del deber,
justos y equitativos en todas sus acciones,
pero también mostrando piedad y compasión;
generosos, si son ricos; pero, si son pobres,
también en lo poco generosos;
serviciales, además, según sus posibilidades;
siempre diciendo la verdad,
pero sin odio a los que mienten.

Y más honor aún les corresponde
cuando prevén (y muchos son los que prevén)
que Efialtes aparecerá al final
y que, al fin y al cabo, pasarán los medos.

Recuerda, cuerpo…2021-02-20T03:59:34+00:00

RECUERDA, CUERPO

 

Cuerpo, recuerda no solo cuánto fuiste amado,
no solamente las camas en que te tendiste,
sino también aquellos deseos de ti
que brillaban en los ojos claramente,
temblaban en la voz‒ y que algún
obstáculo fortuito hizo vanos.
Ahora que todo ya es parte del pasado,
casi parece como si a aquellos deseos
te hubieras entregado, cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban,
cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.

El dios abandona a Antonio2021-02-20T03:57:05+00:00

EL DIOS ABANDONA A ANTONIO

 

Cuando de repente, a medianoche, se oiga
un invisible cortejo que pasa,
con música exquisita, con clamores,
no llores inútilmente tu suerte que ya cede, tus obras
fracasadas, los proyectos de tu vida
que resultaron todos delusorios.
Como alguien dispuesto desde hace tiempo y lleno de coraje,
dile adiós a ella, a la Alejandría que se va.
Sobre todo, no te engañes, no digas que fue
un sueño, que tus oídos te embaucaron:
no te permitas esas vanas esperanzas.
Como alguien dispuesto desde hace tiempo y lleno de coraje,
como te corresponde por haber recibido una ciudad como esta,
acércate con firmeza a la ventana
y escucha con emoción, pero no
con los ruegos y las quejas de los cobardes,
escucha, pues es tu último goce, los sonidos,
los exquisitos instrumentos del misterioso cortejo,
y dile adiós a ella, a la Alejandría que pierdes.

La Satrapía2021-02-20T03:54:13+00:00

LA SATRAPÍA

 

Qué desgracia que, habiendo estado hecho
para empresas bellas e importantes,
esta suerte injusta que es la tuya
te niegue siempre el estímulo y el éxito;
que te estorben el paso las bajas costumbres,
las mezquindades y la indiferencia.
Y qué terrible el día en que cedes
(el día en que te abandonas y cedes)
y te encaminas hacia Susa,
y vas donde el monarca Artajerjes,
quien, graciosamente, te recibe en su corte
y te ofrece satrapías y cosas parecidas.
Y tú aceptas por desesperación
esas cosas que nunca habías deseado.
Otras cosas busca tu alma, por otras cosas suspira:
los elogios del pueblo y los sofistas,
los difíciles e inestimables Bravos,
el Ágora, el Teatro y los Laureles.
¿Y cómo puede darte esto Artajerjes?
¿Y dónde lo vas a hallar en la satrapía?
Y, sin todo ello, ¿qué vida llevarías?

Itaca2021-02-20T03:50:57+00:00

ITACA

 

Cuando emprendas el viaje hacia Itaca,
ruega que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
A los Lestrigones, a los Cíclopes
o al fiero Poseidón, nunca temas.
No encontrarás tales seres en el camino
si se mantiene elevado tu pensamiento y es exquisita
la emoción que te toca el espíritu y el cuerpo.
Ni a los Lestrigones, ni a los Cíclopes,
ni al feroz Poseidón has de encontrar,
si no los llevas dentro del corazón,
si no los pone ante ti tu corazón.

Ruega que sea largo el camino.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que ‒¡con qué placer, con qué alegría!‒
entres en puertos antes nunca vistos.
Detente en los mercados fenicios
para comprar finas mercancías,
madreperla y coral, ámbar y ébano,
y voluptuosos perfumes de todo tipo,
tantos perfumes voluptuosos como puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
para que aprendas y aprendas de los sabios.

Siempre en la mente has de tener a Itaca.
Llegar allá es tu destino.
Pero no apresures el viaje.
Es mejor que dure muchos años
y que ya viejo llegues a la isla,
rico de todo lo que hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te dé riquezas.

Itaca te ha dado el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
No tiene otras cosas que darte ya.

Y si la encuentras pobre, Itaca no te ha engañado.
Sabio como te has vuelto, con tantas experiencias,
habrás comprendido lo que significan las Itacas.

Esperando a los bárbaros2021-02-20T03:34:21+00:00

ESPERANDO A LOS BÁRBAROS

 

¿Qué estamos esperando, reunidos en el foro?

Es que los bárbaros llegan hoy.

¿Por qué tanta inacción en el senado?
¿Por qué los senadores no legislan?

Porque los bárbaros llegan hoy.
¿Qué leyes van a dictar los senadores?
Los bárbaros, cuando lleguen, harán las leyes.

¿Por qué nuestro emperador se levantó tan temprano
y en la puerta mayor de la ciudad espera sentado
en su trono, solemne y coronado?

Porque los bárbaros llegan hoy
y el emperador se dispone a recibir
a su jefe. Incluso ha hecho preparar
un pergamino para entregárselo
y puesto allí muchos títulos y epítetos.

¿Por qué nuestros dos cónsules y los pretores han salido hoy
con rojas togas recamadas?
¿Por qué se han puesto brazaletes cuajados de amatistas
y sortijas de resplandecientes y destellantes esmeraldas?
¿Por qué llevan hoy preciosos bastones
exquisitamente cincelados en plata y oro?

Porque los bárbaros llegan hoy
y cosas como estas deslumbran a los bárbaros.

¿Por qué nuestros hábiles oradores no acuden como siempre
a pronunciar sus discursos, a decir sus cosas?

Porque los bárbaros llegan hoy
y a ellos los aburren la retórica y las alocuciones.

¿Por qué han comenzado esa inquietud
y esa confusión? (¡Qué serias se han vuelto las caras!)
¿Por qué se están vaciando las calles y las plazas y tan rápidamente
y todos regresan a sus casas tan desanimados?

Porque ya es de noche y los bárbaros no han llegado.
Y algunos recién venidos de la frontera
dicen que ya no existen bárbaros.

¿Y qué vamos a hacer sin bárbaros?
Esa gente era una especie de solución.

Los caballos de Aquiles2021-02-20T03:39:22+00:00

LOS CABALLOS DE AQUILES

 

Cuando vieron muerto a Patroclo,
tan valiente, tan fuerte, tan joven,
los caballos de Aquiles prorrumpieron en llanto;
su inmortal condición se indignó
ante la obra de muerte que veían.
Alzaron la cabeza, sacudieron las largas crines,
golpearon el suelo con las patas, y lloraron
a Patroclo, a quien sentían inánime ‒destruido‒
una carne abyecta ahora ‒el espíritu disipado‒
indefenso ‒sin aliento‒
hacia la inmensa Nada vuelto desde la vida.

Zeus vio las lágrimas de esos inmortales
caballos y sintió lástima.  «En las bodas de Peleo»,
dijo, «no he debido actuar tan irreflexivamente.
Habría sido mejor no haberos regalado,
infelices caballos. ¿Qué ibais a hacer allí,
entre esos pobres seres, juguetes del destino?
A vosotros que estáis libres de la muerte y la vejez,
os atormentan calamidades pasajeras. En sus apuros
el hombre os ha atrapado». Pero sus lágrimas,
por la calamidad eterna de la muerte,
seguían derramando los dos nobles animales.

Un viejo2021-02-20T03:41:11+00:00

UN VIEJO

 

En la parte interior del ruidoso café,
inclinado sobre la mesa, está sentado un viejo,
con un periódico frente a él por toda compañía.

Y en medio del desprecio de su miserable vejez,
piensa qué poco disfrutó los años
en que tuvo vigor, ingenio y apostura.

Sabe que ha envejecido mucho: lo siente, lo ve.
Sin embargo, el tiempo de su juventud parece
que fue ayer. ¡Qué espacio tan breve, qué espacio tan breve!

Y piensa en cómo lo engañó la sensatez,
en cómo siempre se fio ‒¡qué locura!‒
de la embustera que le decía: «Mañana. Tienes mucho tiempo».

Recuerda los impulsos reprimidos y tantas
alegrías sacrificadas. De su necia prudencia
se mofa ahora cada ocasión perdida.

Pero de tanto pensar y recordar
el viejo se marea. Y se adormita
apoyado en la mesa del café.

2021-02-27T01:36:15+00:00
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