Poemas de Gabriela Vargas
Casa vaciada
Hay un imperio que decae encima de las cosas, los espejos me siguen mientras pienso que el azul te viene mejor que el blanco, y que ahora que tus manos son simples tareas inconclusas, ahora que tu ropa sola sobre tu cama sola, mitad sueño mitad lecho se llena de aire, del relleno que llega de la calle, mientras de tus bolsillos salen tus amuletos muertos, empiezas a faltar.
De los cuerpos, de las casas, de las cosas muertas, sí, también sobre las cosas muertas se construyen nuevas rutas, nuevas pieles, toda la casa es un cuervo envejeciendo en la sombra, viendo cómo lenta, inexorablemente, desintegran sus alas.
Hay un imperio que decae encima de nosotros, los espejos me devuelven el miedo que revelan los rincones, los rincones me devuelven un nido de hilos tejidos por las arañas que encontraron el cadáver de tu sombra que quedó atrapado en los pasillos, dentro de la tina de baño, en medio tus canciones.
Rezas, nunca rezas, pero esta vez esperas que algo arriba levante tu cara al sol.
Rezas, nunca rezas, pero esta vez esperas que algo dentro tuyo engendre un corazón de tagua, para llenar el agujero que solo ves cuando estás sola.
Rezas, nunca rezas, porque la palabra salva y en mi lengua hay un tiro de gracia cuando digo: AMÉN.
Entonces:
LA CASA SE VUELVE DE SAL CUANDO DIGO TU NOMBRE.
Mami, ¿por qué seguimos en pijama?
Explicarte verbos tristes como «encerrar»
Será lo primero que te diré,
Luego, que para salir falta un número incierto de lunas
Es así el tiempo algunas veces, otras, lo medimos en tablas de mar.
Las horas son canciones infantiles sobre gatos que no escapan por los techos.
Este es el encierro, Cora, confundir las cosas hasta decir; por ejemplo:
Le tengo miedo a los monos.
La canción te hizo llorar.
Te digo: vamos a salir
Te pongo tus mejores ropas, daremos vueltas a la terraza
Serán diez
La perra nos seguirá como el sol
Subiremos las escaleras en un pie, te pondré tu disfraz de león
Huiremos de los hombres que reparten los tanques de gas
Y entonces estarás por primera vez en desacuerdo
Te veo llorar…
Mami, ¿por qué te vas si seguimos en pijama?
Explicarte verbos tristes como «escapar»
Es lo que aprenderás cuando me veas huir hasta el carro
N 0° S 0° Elevación: Un mar en la altura
Mi no lugar está encerrado en un,
Encerrado y es un,
Piedra sin piedra por qué… Todas mis culpas acribillan las puertas.
No lugar es mi cama azul, sin mesa tiene flores invisibles, platos descartables, comida para llevar hacia el nortesur: mi lugar no es aquí pero cabe en la mano de él, o la de él o más allá. Mi no lugar no tiene dirección.
Tiene invitados, son pájaros, tiene ventanas sin cristal, botellas de cristal, palabras que salen de recuerdos de cristal, un alfil cruzándose de pared a pared que desaparece al llegar al rincón, en mi no lugar azul tengo todos los perros del mundo.
Entonces construyo hacia adentro un sol, lo dibujo a mis pies y es un ojo que enciende hormigas de papel, ojo sol, un camino celofán, cenizas de un jazz o un blues para dejar un rastro para algún día volver, volver para no estar, no quedarme, no instalar. Clavar un clavo es hacer un agujero en el aire.
Entonces construyo mis paredes. Entonces, la mirada de un caballo que agoniza es el pasado: él, caminando lejos con un paraguas rojo, pájaro rojo, pájaroél, que atraviesa las sombras pegadas al asfalto y se estrella contra mí, contra mi sien. Ha ocurrido un asesinato aquí, así como si nada, así, nadie ha visto al muerto que cae, lentamente sobre mi pared, infinitamente cae, mis paredes son muertos infinitamente cayendo sin terminar de morir.
Entonces construyo mi techo, mi techo de agua, mi techo de agua sucia que en el día hierve y me quema los pies, moja mis adornos de cristal, una bailarina girando sin pies, el gato muerto que es mi sofá, en mi techo de agua las hadas y los grillos se ahogan por igual.
Hoy cuando desperté mi no lugar cambió de color. El agua cayó y dejó de hervir, mis muertos cayeron de pie, hoy cuando desperté pájaroél era pájarofue, mi no lugar cambió, mi no lugar es otro.
1984
Nace la vida del dolor. La vida nace, la primera niña probeta nace un día como hoy, domingo como hoy, domingo de año bisiesto.
Los cristales fragmentados dicen:
Una madre encadenada a la orfandad debe seguir siendo huérfana. También se es huérfano de hijos, pero esos se convierten fantasmas.
Un padre que se pierde la memoria no debe construir más de una casa porque entonces la casa empieza a repetir infinitamente un solo nombre. El suyo. La casa dice: papá está solo.
Se escucha por primera vez Piano Bar en Argentina, la niña nace el mismo día que Charly García y en Colombia tumban tranquilandia, esa noche por primera vez se dilatan sus pupilas, queda atrapada en el mundo y estornuda.
Su espalda estuvo torcida desde entonces se nutría de un seno enfermo, seno que empezará a gestar un ojo ciego de rabia.
1984: en Ecuador las aguas se llenan de rostros y ningún nombre, ningún nombre se menciona porque mi pueblo no tiene memoria.
Un gran feudal se adueña de mi ciudad desde un caballo blanco, empieza la reconstrucción de una ciudad que siempre arde.
1984: un libro, una guerra (Reagan bombardea Rusia en un sueño ahogado en licor) y 10 millones de personas mueren de hambre en Etiopía.
En 1984 ella dormía y el Discovery cruzaba por primera vez el espacio.
Los poetas pueden sentirse más cerca de las estrellas desde ahora.
Poeta guayaquileña residente en Quito. Su primer libro de poemas La ruta de la ceniza se publicó en 2017. Mención en el V Premio Nacional de Poesía Joven Ileana Espinel Cedeño. Ganadora de los Fondos Concursables del Ministerio de Cultura del Ecuador 2016-2017 con el proyecto de publicación de su primer poemario. Ha sido invitada a festivales internacionales de poesía en Chile, Perú y Colombia. La presente selección es una breve muestra personal de su escritura poética de distintos momentos.