Poemas de Janeth Toledo
De Sílabas sin ruido – Lugares rotos – Prosas y homenajes
En esta entrega acogemos la voz y la escritura de Janeth Toledo, una poeta y escritora renuente y ausente de los círculos literarios. Poeta de una escritura discreta, silenciosa, personal, pero cargada de acentos propios, sentido e intensidad. Cuerpo, dolor, enfermedad, naturaleza en estado contemplativo y experiencia amorosa actúan como impulsos recurrentes en estos poemas para expresar con una voz austera, sigilosa, el dolor y el repliegue del cuerpo, la añoranza o el instante de emoción, iluminación y plenitud vital. Actualmente explora los cauces de la prosa poética, con libertad imaginativa y admiración a esas luminosas mujeres fuente de su inspiración y homenaje, parte de su universo artístico y literario. Hemos seleccionado tres momentos que dan cuenta de su trayecto poético, en su permanente búsqueda del poema no dicho y por decir.
La calma de tus manos
el aroma del sauce
al otro lado del cerco
el haz desnudo
del aliso
atrapado en tu cuello
remota floresta
en el repasar
de las horas
*
Ahora que
de mi piel
descoso
amargas
astillas
abandono
los azules nardos
que en ti amé
los prensiles
lirios
de tu pelo
y el sosegado gotear
del agua
que repite
tu ausencia.
*
Después de la llovizna
todo campo es más verde
brilla la hoja
y en su nervadura
late febril
el pulso de la vida.
*
El agua
fija siempre
un mismo espejo vertical
desafiante declina
en violentos saltos
pequeños cantos rodados
reducen su forma
en el agudo frote
nada queda aguas abajo
gruesas gotas devienen
en ruidosos remolinos
y en ese hervidero brotan
tersos vapores
todo vibra
en su propia inmensidad
lejos del horizonte
advierto
el profundo vacío del páramo
(a Jorge Juan)
I
De los pliegues
que desdibuja
la cavidad
trizadura
de pétalos
desprendidos
en su aparente
aridez
pedazos
que con saña
quiebran
*
de lo intenso
lo que es dado
al dolor
se abre
en lo herido
de un nervio
*
mi cuerpo
es un avatar
de fibras dolorosas
presagio de un raro liquen
como un hilo
invisible
me atrapa
se encoge
sobre mí
en su intento
de ovillarse
*
la intimidad
esa tibia poza
de apretados herbajes
agrietado silo
de dolencias
donde se está sola
donde hiere
la poesía
III
todo
se desgasta
se olvida
lo que una vez se tuvo
el otoño
y sus hojas caídas
moho dejado
en los tapiales
reposa
en el rastrojo
segado
de las palabras
en el curso lento
de los verbos
miro
a través del ramaje
me encuentro
*
la terquedad
del organismo
repentina y severa
agrede
los racimos salvos
no es nada
esta piel
sino un leve
envoltorio
cubriéndome
*
quizá
la fatalidad
que deja
ambicionar
los cuerpos
el amor
en lo profundo
de un recuerdo
quizá
discurran
por lugares rotos
*
el tiempo
se vive
distinto
cuando
habita el daño
MAROSA*
Hay algo del cielo que está dentro de uno mismo
1
algo inmenso y diminuto, una flor rara y salvaje como una sombra bordeando, el misterio de ángeles y lo siniestro juegan siempre con lo extraño; la celebración, ese goce del cuerpo en lo avieso del misal, pulsión incontenible y emancipadora
2
vivo en lo abismal de la infancia, en el incierto devenir de las formas, de máscaras y trasmutaciones, sin saber si la fantasía termina por suceder
3
algo como un embrujo se enreda en tu voz, en esa sola voz, divina y profana, voluptuosa e inquietante; la noche asesta y en su fasto convierte a esa voz en dramática y visionaria, inocente y víctima; poseída por los dioses.
LEONORA
El mundo que pinto no sé si lo invento, yo creo que más bien es ese mundo el que me inventó a mí
1
la mano que como agua porosa sigue los caminos que se traducen en el lienzo, esa, y no la huida de caballos por las ventanas; la memoria se hace cuerpo, gesto, imagen, inventa laberintos que transitan en los sueños
2
¿qué seres más allá del oceano me nombran? qué límite abisal, qué punto ciego me rompe, desciendo al más horrendo revés de los espejos, Covadonga o el infierno, escapar a la morada de los Sidhes en las embarcaciones de la noche, ¿qué diosas me llevan, qué sombras al umbral de la locura?
3
tal vez, el recuerdo solo sea un pájaro que no volará más; una pluma rota, arrancada de sus alas.
MARY
Solo tienes que dejar que el animal suave de tu cuerpo ame lo que ama
1
sujetar lo que amamos, atarlo a la desesperación, dejar que los bosques hablen a causa del latido; los árboles son la huella lenta de esa escucha, las tangibles formas del amor, y sus hojas, como plumas de gansos salvajes, solo saben de volar
2
amo la imagen que se encarna en las fotografías que dejaste, tu cuerpo y su mesura palpado con mi boca, el agua que nos desborda y limpia, la orilla que no se abandona; pero el vacío que dejan los finales me encuentra sin mano que apretar
3
pequeño animal dormido y radiante; y el centro de la luna revelando todo, ese viso que a pique alumbra, no tan blanca ni tan lejos, la redondez de tu cabeza que reposa sobre mis piernas.
SIMONE
La belleza existe en otra dimensión del hombre
1
lo puro y una línea de virtud conforman el lado más profundo de su pensar, la lucidez, esa claridad que vemos abrirse en el centro de la nada, en el vacío que está allí, en el ojo colmado de humanidad
2
dentro de las fábricas, en el trabajo duro y a destajo, en el frenético golpe de las máquinas, cegado por la fuerza, la que hace al hierro ceder; el hombre padece, la carne sometida, extraviada del recogimiento interior, reducida a la desgracia, impone su «grito mudo» en los que permanecen sin voz
3
de los cantos litúrgicos, abalorio de plegarias en las sinagogas, del lamento de las mujeres desatado en la orilla de un mar de partidas, de lo extraño que se inclina piadoso en el mismísimo asombro de un altar, la belleza te toca; el alma en esa dimensión, es la necesidad de huida a una puerta que se abre.
* Textos inspirados y recreados en la vida y obra de la poeta Marosa di Giorgio, la pintora Leonora Carrington, la poeta Mary Oliver y la filósofa Simone Weil.
Janeth Toledo Vintimilla (Cuenca, 1964). Estudió literatura en la Universidad de Cuenca. Hizo una estadía en la Escuela de Escritores en Madrid en el 2014. Sílabas sin ruido (2017), su primer poemario, obtuvo un reconocimiento en el Premio Jorge Carrera Andrade, de Poesía, que otorga el Municipio de Quito. Su segundo libro, Lugares rotos, permanece inédito. Actualmente trabaja poemas en prosa sobre algunos nombres que ha ido frecuentando en sus lecturas.
Dibujo de fondo de imagen de la autora: fernandotoledoarte.com